Compra de un colegio
El domingo 21 de septiembre leo la carta de Andrés Acosta, de Madrid, acerca de la compra del colegio Virgen del Bosque por los Legionarios de Cristo. Yo soy uno de los padres que ha sacado a sus hijos de ese colegio, por lo que su carta me ha llenado de gratitud hacia personas a las que no les ha afectado este problema de forma tan directa como a nosotros y que, sin embargo, comparten nuestros mismos sentimientos.
Hemos sentido cólera al ver que los anteriores dueños, la cooperativa Magerit, han vendido a nuestros hijos como si fueran mercancía. Hemos sentido ira al saber que nuestros derechos han sido pisoteados por dinero. Hemos sentido indignación en la reunión de padres a la que se nos convocó para darnos explicaciones al ver que estaban infiltradas personas que no eran padres de alumnos y que estaban ahí para intentar convencernos. Hemos sentido irritación al ver las tácticas mafiosas que se han utilizado en la venta del colegio. Pero lo que más he sentido ha sido rabia al ver el llanto desconsolado de mi hijo pequeño cuando le dije que el lunes empezaba en un nuevo colegio. Que dejaba atrás a sus compañeros. Que dejaba atrás cinco años de amistades y juegos. Que dejaba atrás a personas a las que quiere. Es desgarrador oír a un niño de ocho años suplicar que no le cambiemos de colegio. Tengo guardado el pañuelo con el que le enjugué las lágrimas para que no se me olvide nunca.
Las personas a las que confiamos a nuestros hijos, sus profesores, los vendieron por un puñado de monedas. No sé si podremos actuar judicialmente, pero lo intentaré. Las lágrimas de mi hijo me lo demandan.
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