_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Legionarios

No sé si ha sido Acebes o Michavila. Da igual. Los dos son legionarios de Aznar. Han dictado una orden de busca y captura de Manuel Chaves, Carmen Hermosín y, por extensión, de la Junta de Andalucía, culpables directos de los asesinatos en serie de la Costa del Sol. Toda la larga y dramática sucesión de errores cometidos en la investigación policial, en la instrucción del sumario y el hecho de que los anuncios de la policía británica a la española sobre el asesino terminaran en un cajón, sólo tiene un culpable: la Junta de Andalucía.

Y esto lo dice el ministro de Justicia nada menos y en el Parlamento. Los calificativos de Carmen Hermosín a Michavila nunca estuvieron mejor aplicados. Es una actitud bastarda. Michavila ha linchado al pueblo andaluz sin rubor y con una caradura impresionante.

Andalucía necesita un reparo. Ahí tienen una excelente ocasión la máxima representante del PP andaluz, Teófila Martínez, y su acólito Antonio Sanz. No creo que lo hagan. Su único objetivo es enterrar a Manuel Chaves en vida, al que ya dicen ser un cadáver. Tampoco abrirá la boca Javier Arenas, que quiere volver a su tierra y nadie sabe a qué, ni en su propio partido.

Habló, sí, el subdelegado del Gobierno en Málaga, Carlos Rubio, y mintió. El Ministerio del Interior, según Acebes, sí fue informado de la presencia del asesino. Pero lo dicho, es tal la capacidad propagandística del PP que hasta las más soeces mentiras terminan por creérselas ellos mismos.

Mientras que en la prensa inglesa se escribía sobre el llamado The killer Costa, Mariano Rajoy aterrizaba en Sevilla y Málaga. De rositas. O mejor, entrando bajo palio en el Ayuntamiento donde fue recibido por un cada vez más gris alcalde, Francisco de la Torre, con la cartera de reivindicaciones que, una y otra vez, le tiró por tierra y además con malos modos, el ministro Cascos.

Rajoy, ahora, no como vicepresidente del Gobierno, sino como secretario general del PP, promete lo que nunca cumplió el PP. Rajoy sigue la esplendorosa senda de Javier Arenas y así nos va.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_