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VISTO / OÍDO
Columna
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La película

La pelota vasca es un documental dedicado "a todos y cada uno de los vascos"; no lo soy, pero algo encontré para mí en él, y sentido por mí desde mucho antes: la incitación al diálogo, al entendimiento. En sí, sus monólogos son fragmentos de un diálogo que quizá no existirá nunca: y que no sé si son expresiones totales porque el montaje siempre altera el documento. Cuando leí que la ministra de lo que llaman cultura expresaba su capacidad de prohibirlo, pero no lo había visto, decidí que yo sí necesitaba verlo, salté a San Sebastián y comprendí que el PP y los ultras que le acompañan -¿o que le excitan? ¿o que le dan pretexto intelectual?- siguen haciendo lo que en la misma película dicen algunos: utilizar el terrorismo y embaucar a la España sana en una campaña totalitaria; Bush ha llevado esa política a un extremo gigantesco de tragicomedia. Está en las mejores tradiciones desde hace más de cien años: el nazismo, el comunismo, el terrorismo, han sido realidades que se han convertido en destrozos mentales. Decirlo es grave. Iñaki Gabilondo, un vasco inteligente y sano, explica en la película que todo el que pide diálogo es considerado por ellos como cómplice y como traidor. Algunos lo sabemos. Malos tiempos aquellos en que la idea de paz es dura y perseguida. Por todos. El documental de Medem muestra una de esas personas, Ernest Lluch, que fue víctima de ETA y cuya muerte fue un poco desdeñada por los otros: morir por pedir la paz no es lo mismo que otras muertes.

Julio Medem decía ayer mismo que él no es nacionalista. Puede que no: a mí el documental me pareció una exaltación del País Vasco, especialmente el donostiarra: en realidad yo mismo amo ese país. Ah, pero eso me pasa con lo que conozco. La belleza de Galicia me impresiona; me conmueve la de Andalucía. Estoy en Toledo con alguna emoción, no sé si más o menos que en Ronda o en Ribadeo o en Segovia. Pero no estoy seguro de que lo adore más que a Cambridge, a Fez, más que a Washington Square. No me gustaría ponerme como ejemplo de internacionalismo. Pero soy persona antes que nativo.

No dejo de sentirme muy a gusto en el País Vaco: en Florencia o en Brujas. No dejo de sentirme mal en la España de Franco o de Aznar. No dejo de rechazar la confusión que siembran en esto el lamentable partido popular, el fastidioso partido socialista.

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