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MÚSICA | MERCÉ

Colapso festivo

Si en la primera noche de fiesta mayor la plaza de Catalunya vivió una importante aglomeración, en la segunda aquello se convirtió en un infierno. Más de 30.000 personas según datos oficiales, aunque aparentaban bastantes más, colapsaron el centro de la ciudad. Las calles de Pelai y Fontanella y la parte baja de la plaza de Catalunya tuvieron que cerrarse al tráfico rodado y la gente, intentar circular (a pie, por supuesto) por el portal del Àngel era una hazaña merecedora de ser seguida por las cámaras de Al filo de lo imposible.

En el gran escenario de la plaza se habían instalado Los 40 Principales con varias bombas de profundidad que consiguieron, como mínimo alguna, los efectos deseados. Un programa de gran repercusión que atrajo hasta el centro de Barcelona a grandes masas mucho más jóvenes, ruidosas y festivas que en la velada anterior y también con bastante paciencia y un estoicismo a prueba de huracanes.

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La cosa comenzó con puntualidad pero, primera sorpresa, invirtiendo el orden lógico de todo concierto en que las estrellas se quedan para el final y los teloneros les calientan previamente la tarima. Chayanne originó la locura del personal pero la dicha duró poco, muy poco. Visto y no visto, el cantante puertorriqueño desapareció del escenario dejando a todo el mundo con la boca abierta. Chayanne ya no reapareció, había cumplido con un par de temas de puro calentamiento y a otra cosa. Curiosamente la gente seguía llegando a la plaza ya abarrotada y la pregunta se repetía: "¿Cuándo sale Chayanne?"; la decepción también.

Jarabe de Palo se encargó de protagonizar el primer concierto de la noche y consiguió algo casi imposible: que el público se olvidara del fantasmagórico paso de Chayanne y se metiera de lleno en sus canciones. Cuando hacia las 23.30 Pau Donés comenzó a entonar su Flaca, la plaza de Catalunya se convirtió en un auténtico estruendo.

Tras Jarabe de Palo, los manresanos Gossos ocuparon el escenario de la plaza y encontraron al público todavía fresco y de lo más predispuesto. La cosa empezó a decaer cuando, tras un intervalo excesivamente largo, hizo su aparición Antonio Orozco; pasaban 20 minutos de las dos de la madrugada. En los laterales la densidad humana se había aclarado bastante pero en el centro de la plaza (¡había gente que llevaba allí desde primera hora de la tarde!) las ganas de fiesta mayor se mantuvieron intactas.

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