_
_
_
_
_
Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El CO2 no debe asfixiar la industria siderúrgica europea

La directiva sobre intercambio de derechos de emisión de gases de efecto invernadero, aplicación directa del Protocolo de Kioto, acaba de ser adoptada por la Unión Europea.

Con un 6% de emisiones en Europa, la industria siderúrgica es una de las que más contribuyen a las emisiones de CO2. Desde hace 20 años, y sobre la base de compromisos concretos, la industria siderúrgica europea ha sabido reducir progresivamente sus emisiones contaminantes. Entre 1990 y 2002, las emisiones de CO2 de Arcelor en Europa han disminuido un 18% en términos absolutos y un 23% por tonelada de acero fabricada, aun cuando la producción ha crecido un 6% en el mismo periodo. En otros términos, y a lo largo de este periodo de referencia, Arcelor ha superado ampliamente los objetivos fijados en el Protocolo de Kioto...

La Comisión no debería obstaculizar el intercambio de derechos entre empresas situadas en diferentes estados miembros

La industria del acero ha llevado a cabo desde hace años fructíferos trabajos de investigación y desarrollo destinados a reducir el impacto de sus actividades sobre el medio ambiente.

Así, en el sector del automóvil, en el que Arcelor "viste" de acero uno de cada dos coches producidos en Europa, los nuevos aceros han permitido realizar progresos considerables. La carrocería en acero representa alrededor de 300 kilos, el 25% del peso total del automóvil. Reduciendo el peso del acero 75 kilos (un 25%) gracias al empleo de productos más ligeros y más seguros, se obtiene una reducción directa de emisiones de CO2, al disminuir el consumo de gasolina en un 4%. Además, el acero del automóvil al final de su vida útil, convertido en chatarra, es de nuevo utilizado en el ciclo de producción.

La Unión Europea ha decidido adoptar una actitud dinámica en materia de cambio climático y, sola contra todos (o casi), la Unión Europea pretende mostrar el camino y fijar un marco jurídico que permita cumplir con los compromisos adquiridos con el mundo.

No es este artículo el ámbito apropiado para interrogarse sobre el método de cálculo de los umbrales y cuotas nacionales de CO2, ni sobre la ausencia de compromisos precisos por parte de Estados Unidos, Rusia o China, ni siquiera sobre el hecho de que sectores enteros de la economía hayan quedado fuera del campo de aplicación de la directiva. No tengamos tampoco en cuenta el hecho de que sea la industria -pero no toda la industria- la que más esfuerzos haya realizado de los solicitados por la Comisión Europea. Olvidemos también que las calefacciones, los transportes urbanos y otras industrias igualmente contaminantes no estén incluidas en la directiva... Dura lex, sed lex. Apliquémosla.

Por ello, la industria siderúrgica deberá afrontar en solitario las consecuencias de estas decisiones políticas, aunque el riesgo es considerable.

En primer lugar, si una parte de los permisos de emisión debiera ser comprada al precio previsible que alcanzará la tonelada de CO2 tras la entrada en vigor de la directiva, sería imposible producir acero en Europa (al menos, a partir de mineral de hierro). En otros términos, sería mucho más ventajoso para la industria convertirse en trader de derechos de emisión de CO2 que producir acero.

En segundo lugar, la directiva no propone un método uniforme de reconocimiento de los esfuerzos ya realizados. Es necesario que los Estados miembros reconozcan los esfuerzos que ya se han hecho.

En tercer lugar, y dado que el CO2 no conoce fronteras, el enfoque nacional mantenido por la Comisión no debería obstaculizar el intercambio de derechos entre empresas situadas en diferentes Estados miembros.

Finalmente, el texto actual de la directiva podría dar lugar a situaciones paradójicas en las que los esfuerzos de reducción de emisiones que realice la siderurgia beneficiarían económicamente a otras industrias clientes de la nuestra. Un ejemplo lo constituyen los gases de altos hornos, que son hoy en día utilizados de una manera ecológica y responsable como combustible en centrales eléctricas. De acuerdo con las disposiciones actuales de la directiva, es el productor de la electricidad -y no la siderúrgica proveedora del gas- quien obtiene los derechos de emisión. Si la compañía eléctrica decidiese remplazar los gases de altos hornos (para poder vender los derechos correspondientes) por un recurso no renovable como el gas natural, la empresa siderúrgica se vería simplemente obligada a quemar sus gases (aumentando así sus emisiones contaminantes)... sin poseer los derechos para ello, que deberá adquirir a la compañía eléctrica.

Ésta, en cualquier caso, deberá recurrir a un nuevo carburante para asumir la producción de energía que antes realizaba con los gases de altos hornos, con lo que, paradójicamente, las emisiones se doblarán.

¿Se han tenido en cuenta las consecuencias de esta directiva sobre la competitividad de la industria siderúrgica europea en una economía global? Seamos claros. La Comisión Europea sabe que se encuentra ante empresas responsables, preocupadas por la necesidad de promover el desarrollo sostenible, pero resulta imposible suscribir un proyecto que mina las bases de su competitividad y afecta a la fuerza industrial europea

La industria siderúrgica es un poderoso motor para el crecimiento europeo. ¡No la asfixiemos!

Guy Dollé es presidente de la Dirección General de Arcelor y presidente de Eurofer.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_