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Columna
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A la zaga de Bush

Andrés Ortega

Parecía estar fuera de juego. Aznar esperando el pase de Bush, mientras Schröder, Chirac y Blair preparaban su jugada para el sábado en Berlín (sin España, que algunas plumas ha perdido en esta pelea). Pero José María Aznar ha maniobrado, haciendo explícito un cambio en su posición respecto a la crisis en Irak. Pues cambio hay. De hecho, todos están cambiando. Unos (Chirac y Schröder) hacia atrás, y otros (Bush, Blair y Aznar) hacia adelante, siendo el centro la ONU. Está por ver si lograrán encontrarse.

Hace unos meses ni Bush ni Aznar consideraban necesaria una nueva resolución del Consejo de Seguridad. La 1.483 (del 22 de mayo), que tomaba nota de que EE UU y el Reino Unido eran las potencias ocupantes, parecía bastarles. Aznar parece ir a la zaga de Bush. Su posición deja en un semi-olvido las razones de la guerra que apoyó. Y ahora justifica la estrategia posguerra básicamente en "el terrorismo", que no había antes en Irak. Es una diferencia significativa con Chirac que insiste, como hizo recientemente en Toledo, en hablar de la "resistencia". Hay algo de ambos.

Lo que se debate ahora de cara a una nueva resolución del Consejo de Seguridad es el mandato, el control, el mando y los tiempos. Francia quisiera una aceleración del proceso político de recuperación de su soberanía por los iraquíes. Aznar habla de una "administración civil y mixta"dirigida por Naciones Unidas y co-participada por los "nuevos gobernantes" iraquíes. Es un paso. Supondría un mandato de la ONU, y un representante especial de su secretario general, pero el término "co-participación" parece indicar una igualdad de niveles, no una preeminencia local de la autoridad onusiana. Pues EE UU aún no parece dispuesto a soltar el control político de Irak que ejerce a través del administrador Bremer. Francia y Alemania van va más allá, al exigir la primacía (y no simplemente "un papel central") para la ONU, y, además, pide un calendario acelerado, aunque admite una cierta progresividad.

Está también la vertiente económica y de los contratos, que puede resultar espinosa. Pero lo que centra todas las atenciones es la fuerza multinacional que EE UU quiere, pues no puede con la situación. No puede y no quiere. Ante la creciente impopularidad de su gestión de Irak, la Administración rehúye llamar a muchos más reservistas. Además, el giro de Bush hacia la ONU puede no responder sólo a sus necesidades militares, sino a que ahora necesita ese sello -sin vetos y con las menos abstenciones posibles- que garantizaría una cooperación internacional para que el Congreso apruebe los 87.000 millones de dólares que quiere para Irak y Afganistán. Toda política es local.

Parece abrirse un consenso, al que se ha sumado Aznar, de que tal fuerza multinacional esté bajo mandato, y control político, de la ONU. Pero el mando militar lo tendría EE UU; nadie más quiere, hoy por hoy, asumir tal responsabilidad. "Unificado", decían antes Powell y Palacio. "Homogéneo", lo describe Aznar utilizando el símil de la OTAN. El modelo a seguir puede ser una mezcla del de Kosovo, Afganistán y Timor Oriental. Pero hay otra diferencia básica, de la que no habló Aznar: ¿Por cuánto tiempo legitimaría el Consejo de Seguridad tal fuerza? EE UU querría un sistema abierto o indefinido. Francia, limitado. ¿Y España?

La nueva resolución podría dar legitimidad a las fuerzas allí desplegadas incluidas las españolas, que, según la 1.483, están en concepto de las de "otros Estados que no son potencias ocupantes" y realizan "tareas en el marco de la Autoridad" angloamericana. Encauzarlas podría servir para recomponer el consenso interno español, aunque, de nuevo, los límites temporales pueden ser un factor de división. La semana que viene será crucial, con los tenores ante la Asamblea General de la ONU. Como dijera Kofi Annan, ahora Irak se ha convertido en un "problema de todos".

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