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El director de la BBC denuncia un ataque sin precedentes del Gobierno británico

El jefe del MI6 cree que el dato de los 45 minutos era fiable, aunque se exageró su valor

El director general de la BBC, Greg Dyke, empezó ayer a entonar el mea culpa ante el juez lord Hutton al admitir que la corporación tendrá "lecciones que aprender" por el caso Kelly y reforzará sus cautelas en el uso de fuentes anónimas. Pero tuvo menos contemplaciones al denunciar al Gobierno por "un ataque contra la BBC a una escala que prácticamente no tiene precedentes". Antes de su declaración, el jefe del MI6, Sir Richard Dearlove, defendió el polémico informe sobre Irak de septiembre de 2002 aunque admitió la "preeminencia indebida" del dato de los 45 minutos.

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Con las declaraciones de ayer se abrió la segunda etapa de la investigación que lleva a cabo el juez lord Hutton sobre las circunstancias de la muerte del científico David Kelly, en la que volverán a comparecer algunos de sus actores principales (el dimitido jefe de Comunicación Alastair Campbell, el periodista Andrew Gilligan, el ministro de Defensa Geoff Hoon) pero no el primer ministro, Tony Blair.

Es posible que Blair y su Gobierno acaben malparados, pero parece ya seguro que la BBC, y en particular su periodista Andrew Gilligan, saldrán con poco bien. De las casi 70 comparecencias de testigos que se han producido desde agosto se desprende la idea general de que el Gobierno exageró el peligro que suponía Sadam Husein, pero se han evaporado las acusaciones concretas de que obligó a incluir el polémico dato de que Sadam podía lanzar un ataque con armas de destrucción masiva en 45 minutos y que lo hizo a sabiendas de que ese dato era falso. Sí se ha confirmado que la manera en que se presentaba ese dato causó desazón a algunos miembros de los servicios de espionaje.

Greg Dyke, máximo ejecutivo de la BBC, optó ayer por lanzar un ataque político al Gobierno pero tuvo menos convicción al defender el trabajo de sus periodistas con el único argumento de que no era la BBC, sino la fuente de la BBC, la que denunciaba al Gobierno. Lo primero lo sintetizó con la denuncia de que Campbell había orquestado un ataque "casi sin precedentes" a pesar de que los enfrentamientos entre la BBC y los gobiernos son ya legendarios en tiempos de guerra desde Suez y las Malvinas, pero también en Kosovo, Afganistán y, desde luego, Irak. Dyke explicó ese ataque como una maniobra para "desviar la atención sobre su responsabilidad en el dossier", el informe de febrero de 2003 que se basaba en parte en un trabajo académico de hace 10 años citado de manera anónima.

El director general de la BBC reflejó cierto caos en su seguimiento de la crisis, de la que no se empezó a ocupar hasta varios días después de que estallara. Admitió que él se ocupó de "dar apoyo" a la redacción y "dar por supuesto que nuestra respuesta a los cargos

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[que nos imputaba el Gobierno] era correcta". Empezó a admitir que la corporación cometió errores al reconocer que "podríamos haber actuado de manera diferente" y "todos tendremos lecciones que aprender, y desde luego la BBC también". Y prometió cambios, en particular en la manera en que se abordan las informaciones basadas en fuentes anónimas.

Antes de Dyke presentó declaración a través de una audio conferencia, para preservar el secreto de su rostro, el jefe del MI6, el espionaje exterior del Reino Unido. Sir Richard Dearlove, o Mister C, como se conoce a quienes ocupan su cargo, reconoció que el dato de los 45 minutos había recibido "una preeminencia indebida" porque se había "malinterpretado", pero se reafirmó en su credibilidad porque procedía "de una fuente probada y fiable equiparada con un alto oficial militar iraquí que desde luego estaba en posición de conocer esa información".

Colin Powell visita a familiares de víctimas de un ataque con armas químicas en 1988, ayer, en Halabja (Irak).
Colin Powell visita a familiares de víctimas de un ataque con armas químicas en 1988, ayer, en Halabja (Irak).REUTERS

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