_
_
_
_
Reportaje:LA POSGUERRA DE IRAK

Faluya pone precio a la sangre iraquí

Las familias de los policías muertos a tiros por EE UU exigen una gran indemnización

Ángeles Espinosa

Faluya está tranquila, pero sus habitantes hierven por dentro. Esta ciudad de provincias, conservadora y tribal, aún no ha reaccionado al último error de las tropas estadounidenses: ocho policías muertos y siete heridos. Los gritos de venganza lanzados durante las exequias han quedado suspendidos en el aire. ¿Por cuánto tiempo? Nadie lo sabe. "La resistencia sólo cumple la misión de Dios", susurra un miembro de las fuerzas de seguridad desde el anonimato. El alcalde, más conciliador, sólo pide justicia: "Las vidas de nuestros hombres no valen menos que las de un soldado norteamericano". Las familias exigen 20 millones de dólares, lo mismo que Libia va a pagar por cada víctima del atentado de Lockerbie.

"Exigimos lo mismo que las familias de EE UU van a recibir de Libia por el atentado de Lockerbie"
Más información
El director de la BBC denuncia un ataque sin precedentes del Gobierno británico
Blair, Schröder y Chirac se reunirán el sábado en Berlín para debatir el futuro de Irak

El accidente ocurrió en el peor lugar para los estadounidenses. Faluya se ha mostrado especialmente beligerante contra las fuerzas de ocupación. Desde que pocos días después de tomar la ciudad los soldados mataran a 16 manifestantes, los ataques a sus convoyes son continuos. "El 90% de la población apoya a la resistencia", confiesa un ciudadano. "Cuando el sábado despedimos a estos hombres que realizaban un trabajo honesto protegiendo la ciudad, muchos habitantes clamaron venganza, en especial las familias de las víctimas", admite el regidor de Faluya, Taha Bedawi Hamid, que no fue designado por EE UU, sino por un consejo local de notables. No obstante, trata de rebajar la tensión: "Los americanos han explicado que dispararon porque se vieron atacados y han pedido disculpas". "También nos han solicitado una lista de los mártires para presentar condolencias a sus familias", añade, "aunque no sabemos cuánto van a pagarles".

El alcalde parece satisfecho con los pasos dados por los responsables militares. La clave está en las indemnizaciones. En esta sociedad los feudos de sangre se han resuelto tradicionalmente con dinero. Ahora, adaptados a las nuevas circunstancias, el munícipe y la comisión formada por el Consejo Civil hablan de "daños y perjuicios", de "reparaciones materiales y morales". "En ocasiones anteriores ofrecieron 2.500 dólares a las familias de los mártires y 500 dólares a los heridos, pero nunca han pagado más de 1.500", explica Hamid; "es una cantidad bajísima". ¿Cuánto quieren entonces? El alcalde no se pilla los dedos. "Ellos lo saben muy bien: lo mismo que pagan cuando matan por error a un soldado estadounidense", alega. Las familias de soldados norteamericanos muertos durante la guerra de Irak perciben un máximo de 50.000 dólares como indemnización.

Los tíos de Omar Ismail Mizah son explícitos. "Como mínimo, exigimos lo mismo que las familias estadounidenses van a recibir de Libia por el atentado de Lockerbie", afirma Abdul Wahid al Mohamedi; "la sangre iraquí no es menos valiosa que la americana y nosotros no hemos ido a ocupar su país". Omar, de 33 años, había sido teniente en el Ejército de Sadam, pero fue expulsado por no ser miembro del Partido Baaz. Lo cuenta otro tío suyo, el jeque Sami Abu Eid Farhum, y lo ratifica un compañero de la Fuerza de Protección de Faluya (FPF), Ibrahim Abed Fayadh. Omar fue uno de los ocho agentes de ese cuerpo que resultaron muertos en el tiroteo del viernes. La FPF es una fuerza formada con ex militares y ex policías para apoyar a la nueva policía iraquí en la vigilancia de la ciudad tras la salida de las tropas estadounidenses el pasado 12 de julio.

En el hospital local, Abdul Yalil Abdul Mohamed, el conductor del coche en el que viajaba Omar, se recupera de varias heridas de bala. "Perseguíamos al BMW que había disparado contra la comisaría cuando, a la altura del hospital jordano, unos vehículos militares emboscados tras los árboles empezaron a disparar", relata con voz muy baja. "Los dos coches de la policía que iban delante de nosotros lograron escapar a toda velocidad. Yo iba a 120 kilómetros por hora, pero un proyectil alcanzó el motor y el coche quedó inmóvil bajo un fuego intenso", añade perplejo porque todos sus esfuerzos por identificarse como policías resultaran vanos.

De la intensidad del ataque dan fe los boquetes en la pared del vecino hospital, uno de cuyos guardas resultó muerto y otro, herido. "No soy un experto, pero tuvieron que utilizar armas pesadas", dice el alcalde. Salta a la vista, pero en el hospital tienen instrucciones de no hablar con la prensa. Aunque los ataques de que han sido objeto en los alrededores de Faluya expliquen la reacción de pánico de los soldados estadounidenses, su respuesta parece desproporcionada.

Un portavoz militar anunció el sábado la apertura de una investigación interna. Sin embargo, nadie ha acudido a escuchar la versión del conductor del coche acribillado o de su compañero herido.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_