Con el rumbo perdido
Mamíferos y tortugas marinas protagonizan más de 200 varamientos en las costas
El 6 de septiembre la embarcación del Ministerio de Agricultura y Pesca que vigila las reservas marinas de Cabo de Gata y la isla de Alborán localizó, a poco más de 11 millas de este último enclave, una enorme red de deriva, cuyo uso está autorizado en aguas marroquíes. A pesar de que el desmantelamiento de un arte de estas características es sumamente complejo, debido a su tamaño y peso, los tripulantes del barco de inspección lograron retirar un tramo de red que medía más de dos kilómetros de longitud por 35 metros de altura, y en el que habían quedado atrapadas diferentes especies animales, entre ellas dos delfines.
Uno de los cetáceos pudo ser liberado, aunque presentaba síntomas de agotamiento, pero el segundo de los ejemplares, un joven delfín listado, había muerto batallando por zafarse de la trampa.
El incidente, que han divulgado los responsables del Programa de Recuperación de Fauna Marina de Almería (Promar), es uno de los muchos ejemplos que a lo largo del año ponen de manifiesto el impacto que determinadas actividades, algunas de ellas prohibidas, están originando en las poblaciones de cetáceos y tortugas marinas que habitan en aguas andaluzas.
Estos dos grupos de animales habían protagonizado, hasta finales de agosto, 241 varamientos en diferentes puntos del litoral andaluz. En lo que se refiere a los cetáceos, con 170 casos, ya se ha rebasado la media anual para el periodo 1996-2002, situada en 118 casos, y muy posiblemente se supere el balance de todo el año 2002, ya que entonces fueron 183 los varamientos anotados. Con respecto a las tortugas, los varamientos observados hasta ahora se elevan a 71, una cifra que permite albergar ciertas esperanzas, ya que el pasado año el cómputo total alcanzó los 163 casos, y la media anual se sitúa en 125 varamientos.
Mortandad elevada
Con independencia del ejercicio que se analice, la mortandad es muy elevada. En la mayoría de las ocasiones, los ejemplares que aparecen en las playas están ya muertos o poco se puede hacer por salvarlos. De los 170 cetáceos localizados este año, sólo 14 estaban vivos, y de ellos únicamente cuatro lograron sobrevivir y pudieron ser devueltos al mar.
En Andalucía, la atención a estos animales se coordina desde el Centro de Recuperación de Especies Marinas Amenazadas (Crema), dependiente del Aula del Mar de Málaga, a cuyos esfuerzos se sumó, el pasado año, el colectivo Promar de Almería. Desde 1996 los especialistas del Crema han contabilizado casi 2.000 varamientos en todo el litoral andaluz.
Factores meteorológicos podrían explicar, en parte, la mayor incidencia que los varamientos de cetáceos están registrando este año, ya que los temporales del pasado mes de marzo originaron un total de 37 casos. En el resto de incidentes las causas anotadas tienen que ver con hipotermias, choque con embarcaciones, ingestión de anzuelos y diversos daños causados por redes y otras artes de pesca. Las tortugas varadas experimentan idénticos problemas, aunque también han aparecido ejemplares aquejados de infecciones e intoxicaciones.
Aunque los varamientos se producen a lo largo de todo el litoral español, con una media anual de cerca de 600 casos, aquellos que se registran en aguas andaluzas, advierten los expertos, tienen una especial significación, ya que este sector del Mediterráneo es particularmente valioso para algunas especies.
El delfín común es una de ellas, y como señala un informe de la Sociedad Española de Cetáceos, "si los principales núcleos de población que sobreviven en el Mediterráneo no sobrepasan los 50 individuos, en Alborán son frecuentes las observaciones de más de 300 ejemplares". Y algo parecido ocurre con el amenazado delfín mular, cuyos grupos, en otras regiones mediterráneas, reúnen a una media de entre dos y diez individuos, mientras que en Alborán esta cifra se sitúa en 33.
En total, 11 especies de cetáceos pueden ser observadas, con regularidad, en las zonas costeras andaluzas, mientras que otras cinco han aparecido de forma ocasional. Además del delfín común y el mular, transitan por aguas de la región especies tan llamativas como los zifios, calderones, orcas o cachalotes, lo que ha originado la aparición, sobre todo en la zona del Estrecho, de empresas que organizan excursiones destinadas a observar estos mamíferos.
Algunas nociones básicas de primeros auxilios, para aquellas personas que pudieran encontrar a uno de estos animales varados, pueden consultarse en la web del Aula del Mar de Málaga (www.veterinaria.org/asociaciones/auladelmar/auxilios.htm).
Comentarios y sugerencias a propósito de Crónica en verde pueden remitirse al e-mail: sandoval@arrakis.es
Demasiado ruido
A juicio de la Sociedad Española de Cetáceos (SEC), la principal amenaza a la que se enfrentan estos animales en aguas andaluzas es, como ocurre en casi todo el planeta, la presión excesiva sobre los recursos pesqueros. Las explotaciones artesanales, que se desarrollaban en zonas próximas a la costa, han dado paso a sistemas de pesca industriales, en los que abundan las artes no selectivas, como redes de arrastre o de deriva, verdaderas trampas mortales para este grupo faunístico.
La contaminación por metales pesados y otras sustancias tóxicas también está afectando a la supervivencia de los cetáceos, al igual que ocurre con los residuos sólidos que se arrojan al mar y, en particular, las bolsas de plástico que causan numerosas muertes por ingestión.
Los mamíferos marinos son, además, muy sensibles a la contaminación acústica.
Los estudios que se han desarrollado en el mar de Alborán muestran que la mayoría de las especies parecen haberse acostumbrado al ruido de los motores y las hélices de los numerosos barcos que transitan por estas aguas. Sin embargo, los especialistas de la SEC están convencidos de que la exposición prolongada a este tipo de sonidos, originados por el hombre, termina erosionando la capacidad que estos animales tienen para percibir determinadas frecuencias, lo que afecta a sus habilidades de orientación, alimentación y comunicación.
Dentro de este apartado, la principal preocupación, a escala planetaria, es el desarrollo de nuevos sistemas de sónar con fines militares, como el LFA (Low Frequency Active Sonar), cuya utilización se ha relacionado con incidentes de varamientos masivos registrados en Grecia, Canarias y Bahamas.
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