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Análisis:LA COLUMNA | NACIONAL
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Después de Pujol, ¿qué?

Josep Ramoneda

EL 16 DE NOVIEMBRE, Cataluña elegirá nuevo presidente. La jubilación de Jordi Pujol cierra un largo ciclo. En cierta ocasión le contó, en mi presencia, su secreto a una entusiasta electora que se le acercó. "No soy Robert Redford, señora. ¿Sabe por qué gano? Porque soy bajo, feo, calvo, gordo y antipático, y como que muchos catalanes también lo son se sienten identificados conmigo". Éste es Pujol, mezcla de socarronería, fe patriótica y pragmatismo sin reservas. Su presencia garantizaba la cohesión del espacio nacionalista. Cualquier pacto contra natura patriótica podía convertirse en sacrificio por la patria si Pujol lo cargaba sobre sus espaldas. Posibilismo político y moralismo ideológico: a Pujol nada le estaba vedado porque todo lo que él hacía estaba justificado por el bien de la patria. Y como que la patria es el bien supremo, todo le estaba permitido, con la venia de unos adversarios muy domesticados. Pero Pujol, que conoce bien la pulsión conservadora de las clases medias catalanas, nunca se salió de los raíles: lealtad constitucional y aliento permanente de la llama de la fe nacionalista. Manejando la ambigüedad con maestría, Pujol ha ganado más tours que Induráin. Las próximas elecciones aclararán dos interrogantes: ¿Es posible la alternancia en Cataluña? ¿Quién tendrá la hegemonía en el espacio nacionalista después de Pujol?

El Estado de las autonomías ha generado una versión posmoderna del tradicional sistema caciquil que hace que la alternancia en el poder en las comunidades autónomas sea más difícil que en el Gobierno del Estado. La nación catalana no ha sido una excepción. Pujol ha gobernado sobre un muy trabado sistema de intereses perfectamente distribuido por todo el territorio catalán. El sistema empieza a dar síntomas de ineficiencia. El tan cacareado cambio generacional es una manera de decir que el corsé que el pujolismo puso sobre Cataluña es demasiado estrecho. Si los comicios son en clave estrictamente nacionalista (como intenta CiU), lo lógico es que la ciudadanía vote al original, no a la copia. Y que los que venían absteniéndose -los que no se sienten concernidos por estas elecciones- lo sigan haciendo. Aunque en este caso algunos podrían llegar a pensar que el original es Maragall y que la copia es Mas.

La alternativa de Maragall consiste "en pensar Cataluña en grande", porque, dice, la Cataluña ideal de Pujol se ha construido a costa de la Cataluña real. La red catalana de ciudades es la base articular de su apuesta. Frente a la ausencia de un proyecto de CiU para España, Maragall defiende una idea de España plural de regusto regeneracionista, porque está convencido de que la España de Aznar y la España de los nacionalismos periféricos son, finalmente, la misma cosa. Pero la voluntad de cambio en Cataluña siempre es un misterio y aparece sin previo aviso, como ocurrió en las elecciones del Barça. Y no hay que olvidar que lo que allí pasó es que los hijos (Laporta) vencieron a los papás (Bassat), pero todo quedó en casa.

Mientras España, desde que el PP ha consolidado la unificación de la derecha, avanza hacia un bipartidismo ligeramente corregido por IU y por los nacionalismos periféricos, el tardopujolismo ha reforzado el multipartidismo catalán. De modo que la política de alianzas será decisiva. Y me parece que sería exigible a los partidos mayor claridad en sus intenciones. CiU gobernaría con Esquerra o con el PP, según los resultados, lo cual evidentemente determinaría políticas completamente distintas. E incluso podría darse que gobernara con el PSC, opción preferida de buena parte del poder económico catalán. Esquerra juega permanentemente a los dos paños: CiU y PSC, y ha hecho de ello un signo de identidad del partido.

Aquí aparece la segunda gran cuestión del 16-N. La disputa por la hegemonía nacionalista en el pospujolismo. El pacto CiU-PP y la retirada de Pujol han hecho crecer a Esquerra Republicana, que las encuestas sitúan con capacidad decisiva para formar Gobierno. Toda la estrategia de Carod tiene un objetivo: robarle a medio plazo a Convergència la primacía en el nacionalismo catalán. Sus alianzas poselectorales serán en función de este dato. Y a nadie se le escapa que el sueño de Carod es que Mas, llegando detrás de Maragall pero sumando mayoría absoluta con Esquerra, le ofrezca la coalición y le dé la presidencia.

Las elecciones catalanes tienen su clave española. Una victoria de Maragall insuflaría ánimo al alicaído PSOE poscrisis de Madrid. ¿Será razón suficiente para movilizar a la abstención socialista? El PP parte con un papel secundario, Esquerra Republicana parece destinada a robarle la condición de minoría determinante.

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