Tàrrega se vuelca con el teatro
Mientras institucionalmente se presentaba el libro Fira, Festa, Festival, evolució d'un concepte, editado por la Universidad de Lleida -un informe detallado de los números y los nombres que han protagonizado La Fira hasta 2000-, las calles de Tàrrega continúan viviendo la fiesta de esta 23ª edición.
La plaza de los Comediants ya estaba llena a rebosar media hora antes de que Luca y Tino, dos clowns italianos que se hacen llamar Lucchettino, empezaran, el jueves, su Catz. Uno dei mondi possibili. Dirigidos por el gran Jango Edwards, estos dos maestros del gesto, el ilusionismo y los malabares, que se hacen pasar por hermanos, conquistaron a grandes y pequeños con este sencillo y desternillante show. Tino juega con un cigarrillo encendido que aparece y desaparece; Luca, con una bola de cristal que, en sus manos, semeja una pompa de jabón y juntos manejan las mazas -con fuego o sin él- con una destreza admirable. Todo ello aderezado con gags con los que todos nos tronchamos de risa. A falta de lo que queda por ver, este montaje podría fácilmente ganar el premio popular San Miguel al mejor espectáculo de calle.
Los esperados espectáculos de Sémola y Teatre de Guerrilla decepcionaron
También en la calle, los canadienses Corpus sedujeron a los que se congregaban en la plaza Major. Cuatro pilotos de caza siguen el entrenamiento que les marca su sargento de instrucción, el Comandante Hop, aunque, por culpa de un recorte presupuestario, se hayan quedado sin aviones. Sin aviones pero con divertidas ideas componen Escadron volant, un sencillo y corto montaje que el público supo premiar.
No tan afortunados fueron los estrenos absolutos de dos de las coproducciones de esta feria, los montajes de Sémola Teatre y de Teatre de Guerilla. El Cent vint-i-cinc de Sémola viene a ser una especie de "la casa de los horrores", pero con pretensiones metafóricas sobre el mundo interior de los protagonistas que habitan la decadente casa con poco voltaje en la que todo sucede. Con un derroche absurdo de medios, la compañía pretende provocar con imágenes supuestamente fuertes que acaban por saturar. Mandos a distancia, cámaras de vídeo y proyecciones, un televisor, un caballo gigante de cartón, una pecera, un perro, una ducha y temerarias intervenciones con fuego al servicio de muy poca cosa.
La decepción de los mediáticos Teatre de Guerrilla vino por presentar un montaje que está por pulir y al que le falta sustancia. EEUUropa es una parodia de exaltación de la nueva realidad europea que hermana países tradicionalmente enfrentados. Así, un catalán, un español -así se tipifica-, una inglesa, una francesa y un alemán representan un show para los supuestos gerentes de un patronato europeo que figura que están entre el público. Tópicos manidos y chistes fáciles en un montaje en el que destacan los constantes roces entre los dos guerrilleros catalanes, uno en el papel del catalán pueblerino y el otro haciendo de español chuleta.
En el Espai Euskadi pudimos ver de madrugada la producción de los vascos Ados Teatroa Las mujeres de verdad tienen curvas. Es, como en la versión cinematográfica, una comedia de denuncia contra la discriminación que sufren las mujeres inmigrantes, por un lado, y las gordas, por otro. Cinco estupendas actrices gordas y desinhibidas dan vida a unas suramericanas que trabajan en un taller de costura clandestino. Un montaje divertido y tierno que tuvo una gran acogida.
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