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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los sublimes

Las imperfecciones del mundo nutren al escritor Joydeep Roy-Bhattacharya y a los personajes de 'El club Gabriel', cuatro creadores húngaros que intentaron erosionar el régimen autoritario. Entre ellos se establecen unas sutiles y complejas relaciones de dominio.

Hay muchas grandes novelas que nacen de la insatisfacción con que el escritor observa el mundo que le rodea. Sí, si nos ponemos exigentes, el mundo no es gran cosa, y la tentación de censurar sus imperfecciones es una fuente de inspiración tan válida como cualquier otra. De ella se nutre Roy-Bhattacharya, de ella también los personajes de su novela, cuatro creadores húngaros que en los años setenta formaron parte de un grupo cuyas actividades aspiraban a erosionar el régimen autoritario. Ocurre, sin embargo, que con frecuencia esa percepción de la vulgaridad de la vida acaba derivando en un elitismo también vulgar. Los miembros del "legendario" club Gabriel son Immanuele Emperházy, András Tfirst, János Szegedy y Stefán Vajda. Como el valor al soldado español, el talento debemos suponérselo a todos sólo porque el autor lo dice, y la verdad es que el único texto suyo al que tenemos acceso, los diarios de la violonchelista represaliada y escritora supuestamente deslumbrante Immanuele Emperházy, dista mucho de confirmarlo. En las cien primeras páginas del libro, las ocupadas por los diarios, no hay nada que acredite la fascinación que se atribuye al personaje, y sí muchas dosis de irritante mitomanía y de gastados clichés sobre las angustias, las crisis, las pulsiones autodestructivas del creador, etcétera.

EL CLUB GABRIEL

Joydeep Roy-Bhattacharya

Traducción de Gemma Rovira

Edhasa. Barcelona, 2003

497 páginas.
25 euros

El club Gabriel es una novela que cojea desde el principio, y sólo el lector perseverante podrá disfrutar de sus buenos momentos. Cuando hablo de buenos momentos, me estoy refiriendo especialmente al paulatino desvelarse de los sinuosos lazos que en el pasado unieron a Immanuele, András y la hermana gemela de éste, Ami, un triángulo en el que la feroz sensualidad y las sutiles relaciones de dominio expresan una visión del ser humano compleja y no simplemente complicada. Quitemos los capítulos en los que el autor se ha dedicado a explorar esos lazos y nos quedará muy poca cosa: una trama algo descacharrada en torno a la misteriosa desaparición de Immanuele, una serie de lugares comunes sobre la responsabilidad política del escritor, una colección de sentencias que acaso aspiren a incorporarse a un diccionario de frases célebres

Si algo confirman los peores pasajes de esta novela es que es mínima la distancia que separa lo sublime de lo empalagoso y lo cursi. ¿Puede alguien quedarse tan pancho después de escribir que "nuestro amor debe ser como un puente de cuerda suspendido sobre un abismo entre tu tórax y el mío"? Así es como hablan los personajes de El club Gabriel, y el único consuelo que me queda es haber comprobado que en la realidad los escritores no hablan como ellos, no al menos los que yo conozco. En otra parte de la novela se afirma que "nuestra salvación está en los libros". Es posible que sea así pero, la verdad, confío en que esté en otros libros y no en éste.

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