_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El mal

En un momento de pesimismo histórico escribí que el bien no existe y el mal probablemente, sí. Tengo hoy menos motivos que ayer para pensar lo contrario y de todas las agresiones intelectuales y emocionales que trasmite el actual desorden internacional, la más lacerante es Palestina. Ese conflicto es una herida expresamente abierta para que nunca cicatrice y sea factor de justificación de tutelajes, crueldades, represiones, genocidios, exterminio sin solución. Ni siquiera prospera el supuesto empeño Bush de explicar un factor de tranquilización que facilitaría la paz palestina. Diseñado primero por el Reino Unido y más tarde por los Estados Unidos, como un estado garita vigilante del lago subterráneo de petróleo de la zona y de todas las teologías de la seguridad condicionadas por la guerra fría, Israel está condenado al papel de centinela terrible, de aterrorizado agente de terror de estado.

La dimisión de Abu Mazen, primer ministro palestino, demuestra que los radicalismos terroristas, el de los movimientos palestinos emancipatorios y el del propio estado de Israel, dominan la lógica de la situación. El poder tampoco vuelve a Arafat. Sería más justo decir que el no poder ha vuelto a Arafat y que la voluntad pacificadora tampoco depende del viejo galápago, sino de una correlación de fuerzas subterráneas que se consideran muy lejos todavía del final de la tragedia. Arafat reclama que Bush obligue a Sharon a cumplir los muy mínimos requisitos mínimo del plan de paz y Sharon responde que la incapacidad del poder palestino para frenar el terrorismo obliga a la réplica brutal y cotidiana del estado de Israel.

Las religiones que nos afectan, consideran esa zona como privilegiado escenario original de sus coartadas redentoristas. Recientemente visité el Santo Sepulcro casi solo, en el inicio de un viaje por Oriente Medio en el que también estuve casi solo en las mejores ruinas, viaje en el que sobre todo noté las ausencias. Es decir, los que no habían viajado porque temen no sólo las bombas, sino también el miedo a comprobar la crueldad de todos los dioses. La tortura y la matanza convertidas en virtudes teologales. Sin permiso siquiera de la ONU.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_