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Aznar y Raffarin chocan en todos los temas clave para el futuro de la Unión Europea

El presidente defiende la inclusión de referencias al cristianismo en la Constitución europea

El presidente del Gobierno, José María Aznar, y su homólogo francés, Jean-Pierre Raffarin, hermanados en la ideología y la práctica del Partido Popular Europeo, debatieron ayer sobre el futuro de Europa y pusieron en evidencia las profundas diferencias que separan a sus Gobiernos en ese tema. Aznar defendió que la nueva Constitución de la UE mencione las raíces cristianas de Europa y mantenga el sistema de votación en el Consejo previsto por el Tratado de Niza. E insistió en el Pacto de Estabilidad como norma básica.

Raffarin, que en noviembre dirigirá en Francia junto a su presidente, Jacques Chirac, la cumbre bilateral que pasa revista anual a las relaciones hispano-francesas, expresó su pleno desacuerdo con el jefe de Gobierno español en cada uno de esos puntos. El canciller austriaco, Wolfgang Schüssel, y el primer ministro de Turquía, Recep Tayib Erdogán, participaron también en el debate que organiza cada año en Cernobbio, sobre el lago italiano de Como, el Foro Ambrosetti, una consultora de Milán. Pero las únicas voces polémicas fueron la del español y el francés, entre discursos más bien de rutina.

Aznar no se anduvo por las ramas a la hora de reiterar los objetivos políticos que su Gobierno va a defender a partir del 4 de octubre en la Conferencia Intergubernamental (CIG), que dará forma definitiva a la Constitución europea. El presidente se refirió en primer lugar a la referencia al cristianismo, que no ha sido incluida en el borrador elaborado por la Convención de notables durante el pasado año.

"No se entiende Europa sin la referencia al cristianismo", dijo Aznar, que lleva camino de quedarse solo en esta batalla. Ahora mismo, sólo le secundan los líderes de Irlanda y Polonia. Erdogán, que leyó su discurso, no respondió a la intervención del español, pero sí salió más tarde al paso del arzobispo de París, cardenal Jean-Marie Lutsinger, cuando dijo que Europa debe ser cristiana. "Si queréis armonía entra las civilizaciones, debéis aceptar a Turquía en la UE", le espetó Erdogán.

Aznar puso buen cuidado en matizar que la mención del cristianismo que él pretende es de carácter meramente cultural, y no implica ningún cambio en la aconfesionalidad de los Estados. Raffarin, no obstante, dejó claro en su rueda de prensa que, para él, las conclusiones de la Convención sobre este tema "son buenas" y no deben ser modificadas.

Lo mismo dijo el francés de la pretensión de Aznar de que no prospere en la CIG el apartado del borrador constitucional que prevé que el reparto de votos en el Consejo Europeo, acordado en diciembre de 2000 en Niza, sea ponderado con criterios de población que perjudicarían el peso de España en las decisiones comunitarias. Para Francia, la Convención también en ese aspecto "es buena".

Es más, Raffarin estima que, en general, la tarea de la CIG debe ser introducir "ajustes" en el borrador, pero no "reformas". Aznar dijo, en cambio, que la única palabra definitiva es la de la CIG, a la vista de que, en su opinión, "la Convención ha tomado incluso decisiones que no le correspondían".

Hubo un momento de mayor tensión cuando el comisario europeo Michel Barnier, que asistía al debate, argumentó frente a Aznar que la Convención goza de una altísima legitimidad, derivada de la variedad de miembros que la integran, y el presidente español respondió que más legítimos son los Gobiernos, puesto que han sido elegidos por sufragio universal, y no designados, como los convencionales europeos. También los comisarios son cargos designados.

Pacto de Estabilidad

Buena parte del día dedicó el presidente a predicar las virtudes del Pacto de Estabilidad, ya que se refirió a ellas por la mañana en el debate y tuvo una intervención casi monográfica por la tarde. Como era de esperar, también ahí saltaron chispas entre el abogado español de la defensa a ultranza de los compromisos macroeconómicos alcanzados por los Quince en 1996 y el primer ministro de una Francia que ha roto el corsé de las principales cifras.

Para Aznar, el mantenimiento del pacto es condición de credibilidad del euro y del crecimiento económico. Para Raffarin, "el crecimiento aporta estabilidad, pero la estabilidad no siempre aporta crecimiento". Llegó a tachar la polémica de "puramente semántica", en la medida en que él considera Pacto de Crecimiento y Estabilidad a lo que su interlocutor español denomina Pacto de Estabilidad y Crecimiento.

Por ello, Aznar volvió durante la tarde a la carga con el empeño de alejar cualquier duda de que el déficit pueda hacer crecer la economía, y lo hizo con el ejemplo del caso español, que, señaló, no es "milagro" sino "sólo la consecuencia de políticas de estabilidad, equilibrio presupuestario, reformas, privatizaciones, apertura y diálogo social". "A más apertura y más eficacia, más justicia", dijo como resumen. De Raffarin, quedaron flotando en el ambiente la afirmación de que "el déficit es inherente a una coyuntura de caída de la población" y sus llamamientos a "luchas contra la desindustrialización de Europa".

Otro tema conflictivo que tocó el presidente español fue el de la relación con Estados Unidos y la intervención en Irak, que, reiteró, "fue justa". Aznar llamó a reforzar la política exterior europea para "evitar divisiones" y dar estabilidad a un mundo en el que "a veces, la tentación del débil es que el fuerte lo pase mal, y viceversa". Raffarin declinó entrar en este debate. Cuando se le preguntó si la UE se aproxima a otro enfrentamiento en torno a la nueva propuesta de resolución sobre Irak que EE UU prepara para el Consejo de Seguridad, se limitó a expresar su "reserva" momentánea y a asegurar que la diplomacia francesa trabaja en pro de una solución.

En el almuerzo, José María Aznar compartió mesa con el ministro de Seguridad Nacional estadounidense, Tom Ridge, y con Raffarin, Erdogán y Schüssel. A ellos se unió el portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro Valls.

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