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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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Derecha política y derecha económica

Joaquín Estefanía

CUANDO LOS HISTORIADORES estudien las tendencias del periodo que ahora finaliza -los años de Aznar- convendrán seguramente en que lo del centro reformista fue tan sólo un lema publicitario, mil veces repetido. Aparte del balance sobre el bienestar económico, en distintos aspectos positivo, queda una democracia de baja intensidad que ha tenido su último ejemplo en la forma de elección del candidato a presidente y a secretario general del PP. Otro asunto será la autonomía del Gobierno respecto a los agentes económicos que le han apoyado, fundamentalmente los empresarios.

Muchos de éstos habían manifestado su esperanza de que el sucesor de Aznar fuese Rodrigo Rato, el hombre de la economía: su candidato natural. Cuando ya era un hecho que no lo sería, la patronal elaboró un comunicado en el que recomendaba a Mariano Rajoy mantener la política económica del anterior y, en lo que fuera posible -se podía entender así-, no sustituir a Rato como conductor de la misma. Existe una versión izquierdista de las relaciones entre el PP y el mundo empresarial y financiero tradicional que afirma que el Gobierno y el partido que ha dirigido Aznar son, simplemente, un apéndice de los empresarios y la patronal. Es una visión miope. En el análisis distanciado de ese tiempo se podrá comprobar que el PP de Aznar y Rato ha mantenido dosis de autonomía de la derecha económica tradicional. Entre otras cosas, porque ha construido su propia derecha económica, financiera y mediática a través de las privatizaciones. Ha privatizado al sector público y ha construido un sector privado gubernamental. El estudio detallado de las privatizaciones, y sus consecuencias sobre el tejido productivo, está por hacerse: qué (y quién) es el capitalismo español en este principio del siglo XXI.

Los más interesados en que Rato fuese el sucesor de Aznar eran los empresarios nacidos de la política de privatizaciones del PP. Éste ha sustituido al sector público empresarial por un sector privado gubernamental

Aunque a los dirigentes del PP les resulte sospechosa la fuente, reproduzco un texto de Felipe González sobre las privatizaciones que ha aparecido en su último libro de artículos, y que describe lo sucedido: "Las privatizaciones se han presentado como proyectos de liberalización de la economía, para aumentar la competencia y mejorar las posición de los consumidores. Pero en realidad se han privatizado las grandes empresas públicas de comunicaciones, telecomunicaciones, energía, finanzas... poniéndolas en manos de los designados por el poder, antes y después de ser privatizadas, para crear una nueva oligarquía. Todo un espectáculo que favorece a una nueva clase financiera, económica y mediática ligada al poder... Éste ha sido el único designio claro del equipo gobernante".

La sociología política de las democracias indica que es muy importante para las formaciones que gobiernan ser autónomas de los poderes económicos paralelos, que le son teóricamente afines. A estos últimos es a quienes más les interesa el abrazo del oso sobre el poder político que ejerce. Hubo un momento en el que la Unión de Centro Democrático (UCD) de Suárez y Abril Martorell, a partir del año 1979, no sirvió a los intereses directos de los empresarios dominantes del momento; estos últimos, a través de la gente de la recientemente constituida patronal (Ferrer Salat, Termes, Segurado...) presionaron para que UCD y Alianza Popular hiciesen una coalición, ganasen las elecciones y retrasasen la mayoría absoluta de los socialistas. No lo consiguieron. El PSOE también intentó tener su núcleo de empresarios cercanos a través de las incipientes privatizaciones, y propició la creación del Club de Empresarios, que desapareció por su artificialidad y su escasísima representación. Uno de los conflictos más significativos de las casi tres décadas de Gobierno socialista fue el que enfrentó a los Ejecutivos de González (y a sus ministros de Economía Boyer, Solchaga y, en menor medida, Solbes) con los sindicatos, cuando los primeros buscaron su autonomía ante la resistencia de los últimos. UGT intentó incluso tener algún representante en el Gobierno de González.

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