Las pruebas de ADN vinculan los crímenes de Sonia Carabantes y Rocío Wanninkhof
La saliva de dos colillas encontradas junto a los cadáveres pertenecen a la misma persona
La investigación de la muerte de Sonia Carabantes, ocurrida el pasado 14 de agosto en Coín (Málaga), dio ayer un giro espectacular al filtrarse que el ADN de la saliva de una colilla encontrada junto a su cadáver coincide con el de otro cigarrillo hallado hace cuatro años cerca de donde se descubrió el cuerpo de Rocío Wanninkhof en noviembre de 1999. Unos restos de piel extraídos de las uñas de Sonia pertenecen también a la misma persona. El abogado de Dolores Vázquez, acusada de la muerte de Rocío, ha anunciado que si se confirma la prueba, pedirá la exculpación de su defendida.
El resultado de los análisis de ADN que conectan los casos de los asesinatos de Wanninkhof y Carabantes fue avanzado ayer por la Cadena SER, que citaba fuentes judiciales, y confirmado más tarde por la Guardia Civil. Algunos de los agentes que investigan la muerte de Sonia estuvieron también en el grupo que se ocupó del asesinato de Rocío. Hay numerosas coincidencias entre ambos casos. Las dos jóvenes malagueñas de 19 y 17 (Sonia) años murieron de forma violenta tras ser raptadas cuando estaban a punto de llegar a sus domicilios familiares de Mijas y Coín, a unos 30 kilómetros por carretera.
Rocío se preparaba para ir a la feria de Fuengirola, Sonia volvía de la feria de Coín. La genética ha establecido que el individuo al que Sonia arañó al intentar defenderse de su ataque es el mismo que se fumó un cigarro, cuya colilla se descubrió en el lugar donde se encontró el cuerpo sin vida de Rocío el 2 de noviembre de 1999, según las mismas fuentes. Las pruebas forenses también han descartado, como en el caso Wanninkhof, que Sonia fuera objeto de una agresión sexual, la principal hipótesis que hasta ahora se barajaba para encontrarle un móvil a esta última muerte.
Los análisis de los tejidos vaginales y epiteliales, remitidos a los institutos de toxicología de Madrid y Sevilla, así como las de los indicios criminalísticos del entorno donde se halló el cadáver de Carabantes, en el término municipal de Monda, llegaron ayer al juzgado número 2 de Coín y provocaron una auténtica conmoción.
Según el informe de ADN no hay duda de que uno de los agresores de Sonia dejó una colilla con su saliva en la zona de El Pinar, donde bajo unas piedras de grandes dimensiones se encontró semidesnudo, con una camiseta anudada al cuello, y el rostro desfigurado, el cuerpo de esta chica. En las uñas de la víctima quedaron restos de piel del mismo individuo.
Al cruzar esos datos con los que obran en los archivos de la Guardia Civil, los investigadores comprobaron que se trata de la misma persona cuya saliva contenía otra colilla arrojada donde se descubrió el cuerpo de Rocío. Pero en el sumario del caso Wanninkhof sólo figura un cigarrillo (de la marca Royal Crown) hallado en el lugar donde también se encontraron sus zapatillas y restos de sangre, a 300 metros del domicilio de la joven. Dado que la investigación del crimen de Sonia está bajo secreto de sumario no se ha podido aclarar si se trata de esta prueba o bien otra no aportada al sumario Wanninkhof.
Los nuevos datos desmontan la principal hipótesis con la que se había trabajado hasta ahora. La veintena de agentes de la Unidad Central de Operaciones (UCO) de la Guardia Civil desplazados a Málaga manejaban como punto de partida unos hechos similares al del asesinato de la joven de veinte años Ana Elena Lorente, ocurrido en Álora en septiembre de 2000, tras ser interceptada por tres jóvenes a la salida de la feria de la localidad. Se suponía que Sonia fue capturada en la madrugada del 14 de agosto por dos o tres individuos, que la abordaron en un vehículo blanco, la golpearon en la cara para introducirla semiinconsciente en el coche, para darse a la fuga con la intención de forzarla. Finalmente la habrían estrangulado con su camiseta para evitar que la víctima pudiese identificarlos, al ser personas de la comarca que ella podría conocer.
El hallazgo de los pantalones de la chica a tres kilómetros del lugar de su desaparición y el enterramiento del cuerpo desnudo de cintura para abajo, corroboraba esa tesis, que al menos ha quedado parcialmente desmontada tras las nuevas pruebas forenses.
La desaparición de Sonia Carabantes fue denunciada por su madre la mañana del 13 de agosto, después de constatar que no estaba en su habitación, tras preguntar por ella una amiga que telefoneó a la casa. En las proximidades del domicilio se localizaron el bolso, el teléfono móvil, varias piezas dentales de la víctima y una pequeña mancha de sangre. Seis días más tarde, se encontró su cuerpo. La difusión de informaciones de posibles sospechosos de la zona, vigilados desde los primeros días por los agentes, han contribuir a sembrar la confusión y una enorme tensión en esta localidad de 20.000 habitantes. Además la jueza no ha autorizado aún que se entregue el cuerpo de Sonia a sus familiares para enterrarla.
Pedro Apalategui, abogado de Dolores Vázquez, anunció ayer que de confirmarse estas pruebas demandará el sobreseimiento del proceso contra su cliente.
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