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Columna
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Los cojones de 'Demófilo'

Jamás tenía un duro. Jamás dejaba de quejarse de su absoluta inutilidad para atraer dinero. Vivía poseído de la misión de propagar por todos los rincones de España el estudio científico del folklore, ¡cada loco con su tema!, y el problema, uno de ellos, era que también propagaba hijos a quienes incumbía vestir y educar y dar de comer. El hombre, que había sido krausista y ahora estaba del lado de Darwin y el positivismo, no sabía, o no quería, ganarse los garbanzos como el abogado que era. Le otorgaron en la Institución Libre de Enseñanza una cátedra de Folklore, ¡sin sueldo!, y casi nunca lograba cobrar sus colaboraciones en la prensa, que eran numerosísimas. En abril de 1884, dolido por su permanente penuria, pero más dispuesto que nunca a seguir bregando por el folklore, le escribe desde Madrid a Luis Montoto: "Mi único engrandecimiento es que lucho con fe, con más fe cada día y que me paso por los cojones todos los obstáculos".

Y los pasó. Antonio Machado Álvarez se salió con la suya. Consigue publicar, en 1881, bajo el seudónimo de Demófilo (El Amigo del Pueblo), su Colección de cantes flamencos, obra pionera con un prólogo cuya trascendencia se aprecia hoy más que nunca. Consigue fundar, el mismo año, la Sociedad del Folk-Lore Español. Consigue editar la Biblioteca de las tradiciones españolas, elogiada por Menéndez Pelayo. Consigue encender el entusiasmo de seguidores de la talla de Montoto, Alejandro Guichot y Sierra y Francisco Rodríguez Marín. Consigue imbuir de sus ideales humanistas y republicanos, así como de su amor a la musa popular, a sus hijos Antonio y Manuel. Y consigue muchas cosas más. Sin un duro y sin apoyo oficial.

Hay que decir que tenía padres poco corrientes. Antonio Machado Núñez es médico, filósofo, político (gobernador de Sevilla bajo la Primera República), catedrático de Ciencias Naturales, ornitólogo y un largo etcétera. Y la madre, Cipriana Álvarez Durán, escribe, pinta y recoge coplas. Los Machado, como una piña, son una de las familias más progresistas, más comprometidas de la España de entonces.

Gracias a la publicación por Daniel Poveda Novo de la correspondencia de Machado Álvarez con Montoto, y a su documentada biografía del mismo (Sevilla, Giralda, 2001), ya conocemos mejor al luchador incansable. Lo triste es que, pese a la fe en su trabajo que le animaba, llegó demasiado pronto el agotamiento. En agosto de 1892 embarca, con la salud ya quebrada, para Puerto Rico. Espera poder enderezar en la isla la agobiante situación económica de los suyos. Su padre es ya viejo y todos dependen de unos mínimos ingresos inmobiliarios de Cipriana. Hay que hacer algo. Pero la aventura no prospera. Seis meses después de llegar a su destino, Demófilo enferma gravemente y un pariente, capitán de barco, le devuelve a España. Alcanzada Sevilla se muere en brazos de su mujer, Ana Ruiz, que ha llegado desde Madrid. Le inhuman en el cementerio de San Fernando. Es Carnaval, y la ciudad amada apenas se entera. "Este mundo es coña... y el otro también", había escrito en un momento de desánimo. Pero dejó su obra y su ejemplo.

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