Bienvenidos a septiembre
Sólo a una pandilla de aficionados a la cultura como la que ocupa la sede de la Avenida de Campanar se le ocurre montar una Bienal cuyo éxito se cifra en el número de impactos mediáticos convenidos
Iniciales
De entre todos los meses del año, que son doce, como bien recuerdan las esferas de los relojes clásicos, solo septiembre empieza por la enrevesada ese de serpiente, que es también la última de las letras ordenadas por el abecedario utilizada como inicial para cualquier mes del año. Dejemos de lado la frialdad de enero y febrero, y olvidemos esa alegría ilusoria que pretende introducir marzo con esa zeta que parece una ese diseñada por un bailongo de claqué como Eduardo Zaplana. Abril parece abrirse a la conclusión de mayo, y junio y julio son como avisos de lo que está por llegar. Se acaba agosto, titular de agobios de playa y duermevela, y después del mes que ahora iniciamos llegan sin sosiego octubre, noviembre y diciembre. Ahora bien, el septiembre que inauguramos no sólo es el único mes que empieza por ese. También es único en mostrar con orgullo la letra pe al final de la primera sílaba de su altivo apelativo. Por algo será que no es pepé.
Minutos de gloria
Andy Warhol y sus famosos quince minutos de gloria televisiva a los que todo el mundo tendría derecho se ha visto ampliamente superado por la mecánica que tanto contribuyó a diseñar. La gloria, si tantas cosas que se ven en la pequeña pantalla merecen ese apelativo, deja su lugar al estruendo calculado del aplauso, tanto de los que los dan como de los que reciben, y del programa mismo, que dispone con minuciosidad precisamente los aplausos para todos, incluidos el presentador, los participantes, la cadena, y el espectador que interviene por alusiones en casi todas las horas del día. La televisión se ha convertido en un enorme chiste verde de portera con chufos de tirabuzón dudoso que recala en las ondas de los hogares encadenados y que funciona como una maquinaria atroz en la que todo el mundo está al cabo de la calle de la intimidad ajena para hacer como que ignora la miseria de la propia.
Baratijas mediáticas
Un viajero cultural no es exactamente un impacto mediático, así que sólo para algunos empleados que viven de nuestros impuestos sigue existiendo esa cosa inapercibida que llaman la Bienal de Valencia. A mediados de agosto, la jefa del asunto mencionó en rueda de prensa que resultaba difícil determinar el número de visitantes en orden a la dificultad de cuantificar la afluencia a los solares pintarrajeados. Nada más fácil, sin embargo. En el corredor urbano que discurre entre el Pont de Fusta y la Estación del Norte transitan no menos de treinta mil personas cada día, de las que al menos dos tercios habrán visto los solares abandonados que jalonan el recorrido. Si la Bienal invisible dura 90 días, sólo en visitas a solares se suman ya casi dos millones de deleznables impactos y al menos un millón, echando por lo bajo, de molicie publicitada.
Retirarse a tiempo
Con cada una de sus torpezas, y no son pocas las que tiene acumuladas en lo que va de año, el presidente Aznar no hace sino certificar lo acertado de su retirada anunciada, posiblemente el único acierto solvente desde que ocupa La Moncloa, donde empezó fingiendo inquietudes de periferia para terminar mostrándose como el muchachito de Valladolid que lleva dentro. Que se sepa, ninguna mayoría absoluta, ni siquiera la que él y los suyos han ejercido de manera absolutista, autoriza a nadie a firmar de facto la inexistencia del Parlamento, adoptando decisiones de gran calado nacional e internacional sin dar cuenta a los ciudadanos en la sede donde los votantes son representados. Que se vaya cuanto antes, aunque sea a cambio de soportar la mala sombra de frenillo de Rajoy, la boquita episcopal de Rato o la ceja zarzuelera de Arenas. Que se largue, antes de meternos en otra de sus irresponsables liberaciones.
Irak y no volverán
Ningún ejército de ocupación puede soportar un goteo constante de dos o tres muertos diarios entre sus tropas sin recurrir a medidas indiscriminadas para evitarlo. La pandilla que gobierna en Estados Unidos, además de Tony Blair y el Gobierno de España, se han metido en Irak en un jardín de muy difícil salida, sin excusa plausible ni suficiente cobertura internacional en lo que respecta a la necesidad del ataque y a su legalidad, y no se sabe hasta cuándo podrán soportar sin perder los nervios el goteo creciente de féretros aerotransportados, por más meritorias medallas post mortem que prendan de la bandera que cubre el ataúd. La responsabilidad es de los que invadieron aquel remoto país y de los que contribuyen a mantener su ocupación, y a ellos habrá que exigir responsabilidades de las muertes que no dejan de producirse, cualquiera que sea su nacionalidad de origen.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.