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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El ladrillo

El ladrillo avanza. Ya se ha comido nuestra cartera, hipotecada por veinte o treinta años. Muchos saben que les pillará la jubilación y aún no serán dueños de los escasos metros cuadrados que adquirieron cuando tenían trabajo. El ladrillo ha invadido también nuestras conversaciones: que si fíjate cómo han subido los pisos, que si fulano ha vendido el suyo por tanto, que si has visto todo lo que están construyendo no sé dónde. El propietario mira con conmiseración al que no ha accedido todavía al tesoro de la vivienda, todo el mundo hace cálculos imposibles para comprar. Absténganse, eso sí, jóvenes, parados y temporales.

El ladrillo ha parido ya todo tipo de especímenes humanos, desde el contratista de todoterreno y teléfono móvil hasta diversos presidentes de clubes de fútbol bien provistos de billetera. Al parecer, el grueso de la economía española gira ya en torno al ladrillo. Y ahora comienza a devorar la política, escalando desde las concejalías de urbanismo hasta los parlamentos de las comunidades autónomas. Uno no sabe exactamente qué clase de negocio inmobiliario está promoviendo con su voto.

El ladrillo se ha convertido, pues, en nuestra peor pesadilla. Mientras tanto, los gobernantes no mueven un dedo. Sólo queda confiar en la providencia y en que la justicia divina se haga presente en forma de pinchazo. Sí, de un pinchazo de la presunta burbuja inmobiliaria que nos saque de este mal sueño de agobios económicos, pelotazos casposos, corrupción y desconfianza en el sistema político. Pero, ¿y si de verdad estalla? Igual es peor.

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