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Entrevista:IMANOL ARIAS | Actor | TALENTOS CON ÉXITO

"El mundo va mal enfervorecidamente"

Juan Cruz

Todo le entusiasma. Está feliz en su casa nueva de la costa gaditana, está feliz con su hijo, con su esposa, Pastora Vega, 18 años ya de matrimonio, con lo que lee ahora (La medida de todas las cosas), con el éxito tan enorme de Cuéntame, donde él es Alcántara, un español en el franquismo, con el paisaje que ve desde aquí ("Tánger, de noche"), aunque sabe que por ese trayecto viene también el síntoma de que "el mundo va para mal de una manera enfervorecida". Se enciende hablando, y de pronto se calma. Imanol Arias. Nació en Ermua. Ya tiene 49 años. Aquí cuenta su viaje por la vida.

Pregunta. ¿A qué se parece el viaje de su vida?

Respuesta. A mi propia experiencia. Soy un hombre del norte. Mis orígenes no son vascos, pero soy vasco de educación, aunque siempre he viajado para encontrarme con el castellano, que es mi lengua materna. Mi madre es de Riaño y mi padre es de Castro Urdiales. Emigraron en los cincuenta a Ermua, y se integraron muy bien en el País Vasco, aunque nunca lograron manejar la lengua. Los castellanohablantes de mi familia hemos ido buscando la lengua de origen, y no es que huyera de Ermua, nunca he huido del País Vasco, pero sí me di cuenta de que mi patria no eran ni Ermua, ni Guipúzcoa, ni España, ni nada. Mi patria va de Burdeos, o de Cádiz, hasta Río Grande del Sur o hasta Ciudad Juárez... Yo sé que el sol se pone en La Habana y que mi araucaria está camino de Buenos Aires, son dos de mis referencias. Y para ser actor son muchas...

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P. Un actor...

R. Sí, un privilegiado, para qué lo voy a negar. Porque mi oficio es el de interpretar, nada más. Yo no soy ni autor ni escritor, soy intérprete. Puedo hacer personajes en 20 acentos. Puedo conocer a un tipo de Buenos Aires que me puede servir para mi oficio, o uno en México, o me puede servir haber leído en su sitio Las venas abiertas de América

Latina, de Eduardo Galeano... Y todo eso se puede concentrar en Cádiz, la protagonista de una revolución desconocida. Un lugar recóndito en el que transitan tranquilamente personas que quieren encontrarse. Un sitio mágico: lo fue para los romanos, lo fue para los etruscos... Y yo vivo ahora aquí, en un sitio que también es conflictivo, porque desde él se puede apreciar qué le puede pasar al mundo, la descompresión de África... No sólo yo, el último panadero de Zahara de los Atunes es un privilegiado con respecto a lo que hay enfrente... Y, en fin, aquí estoy, lejos de Madrid, en un sitio que te da el tiempo que Madrid no te da...

P. Ni la felicidad...

R. He tocado la felicidad, en momentos puntuales. Pero la he sentido en la medida en que he ido rebajando las expectativas. Es decir, he sido consciente de lo que es mi oficio, de lo que es la vida, del privilegio que tengo de poder contarlo, de darte cuenta de que el mundo va para mal de una manera enfervorecida. Ser consciente de ello te da una cierta sensación de que sería bueno marcharte de este mundo con cierta felicidad... La felicidad no dura más allá de 15 segundos, y eso te lleva a relativizarlo todo, a saber que el mundo es tremendamente injusto.

P. ¿Qué le parece más injusto de lo que sucede?

R. El desconocimiento que tenemos de nosotros mismos. El chismorreo, que está en todos los niveles, hasta en el Premio Cervantes. La falta de cultura del psicoanálisis... A los españoles nos habría venido bien ser un poco luteranos, un poco europeos, para no tragarnos bolas que son muy difíciles de tragar, pero que nos las tragamos...

P. ¿Qué bola le ha resultado más difícil de digerir?

R. Como actor soy muy sensible a los discastings. Ronald Reagan y Margaret Thatcher eran dos discastings,

dos tipos que no tenían por qué haber estado en la película. Y ahora pasa igual, la segunda parte de una película en la que están otra vez los que han sido expulsados del casting: uno que es un tejano bastante patán, y aquí en casa, un chico de Valladolid que colabora con los otros en esto de cambiar el mundo. Y no lo cambian solamente en Irak diciendo que van a por petróleo, sino que van más allá y mienten con la cuestión estratégica. Mentirán aun cuando pensemos que están diciendo la verdad. Mienten con la demonización de África, con los medios de producción... Y, además, avalados por la violencia. Chomsky, que es de los pocos pensadores que salen a decirlo, afirma que esto tiene que vibrar. Porque hay tanta mentira, tan evidente, que todo el mundo desconfía de todo, y esa desconfianza me parece terrible... ¿Te parece poca bola?

P. Tiene éxito. ¿Qué imagen le viene a la mente de cuando no lo tenía?

R. La imagen de cómo reaccionaban los grandes. Nunca he pensado tanto en Fernán-Gómez o en Paco Rabal como en estos momentos... No sé si es que me estoy acercando a la edad... Y pienso mucho en mi generación, yo soy muy generacional; adoro a Resines, admiro a los actores coetáneos, a todos... Miramos con orgullo a los mayores: Paco se tuvo que ir a Italia... Me acuerdo cómo ellos manejaban el éxito relativizándolo... Me decía Paco: "Mira, Imanol, peseta más, pesetas menos, siempre te quedas con el mismo duro...". Este negocio es para ser como ellos. Esto es lo que pienso: cómo hacer que el éxito transite sobre mí, es pasajero, que me otorgue sabiduría para saber cómo encontrar esa forma de llegar al público a través del cine o del teatro, no siempre a través de la televisión...

P. ¿A quién le han entrado ganas de contarle su éxito?

R. Primero, a mi padre, porque es de los colaboradores más ingenuos y más directos que he tenido siempre. Me parezco a él en muchas cosas. Digamos que yo soy mi padre en contemporáneo. Y luego lo he compartido mucho con amigos; esta vez ha habido mucha gente que se ha empeñado en contármelo. Y eso en el oficio no siempre es normal.

P. ¿Qué le da miedo del éxito?

R. Ahora ya no. No me daba miedo cuando me tenía que dar miedo... Lo que te da el éxito es esa especie de desgaste de gasolina que hace que hagas trampas con tu vida, con tus sueños, con tus afectos, que huyas, que bebas, que te drogues... Cuando era joven vivía los éxitos de una manera un poco paranoica: no dormía, me ofuscaba en el trabajo... Menos mal que he tenido una familia, que es algo que siempre me ha impresionado, que sigo enamorado de mi mujer, después de 18 años, que es una cosa rara en mí, y en cualquiera... Ahora mismo hago Cuéntame estando con mi familia. Y leyendo, es fundamental. Eso hace que el éxito ya no me dé miedo.

P. ¿Ahora entiende mejor la época del franquismo que describe la serie?

R. Yo tuve una visión muy parecida a la de la serie. Mi familia no era franquista, pero era miedosa. A mi padre le tocó ir a Bilbao cuando fue Franco y sortearon a ver quiénes iban a rendirle pleitesía... No era conflictivo, y fue a Bilbao. Me llevó; íbamos en moto, yo delante y mi padre detrás, y mi recuerdo de Franco era ése de pequeñito... Pastora se asombró las pasadas navidades cuando comprobó que los pasillos de nuestra casa de Ermua son los pasillos de la casa de Alcántara. Ahora, en la serie echo de menos el movimiento obrero que teníamos arriba, parece que en Madrid no lo tenían. Fue muy gris en lo formal, pero en el mundo obrero fue una época maravillosa.

"¿Uzté es uzté?"

Dice que sólo es un actor, "un buen actor"; "los actores", dice, "somos los guardianes de los sueños". Y está feliz en ese papel. Ha intentado, también, ser un empresario, y montó una empresa ecológica con la que ha perdido dinero, ya la ha cerrado. Lleva bien la fama, aquí, en Zahara de los Atunes, y en cualquier parte. La gente le para, cómo no. Esta mañana le han echado un piropo muy gaditano: "¡Churro!", le han gritado en el mercado, "¡a ver si engordas y te podemos llamar porra!". El público le ha llevado en volandas, le reconocen, y ahora le hablan de la serie que tanta popularidad le ha dado como si él mismo fuera Alcántara, y eso, cierto que se hace raro verle sin el bigotito de la época de Cuéntame. Un hombre de Tarifa le ha parado estos días, mientras él iba a y venía con su motocicleta hiperbólica. Le ha preguntado como para reafirmarse: "Oiga, ¿uzté es uzté?" Él ha dicho que sí, riendo con esa dentadura que parece una ola rompiendo en la playa... Luego le decimos: ¿Y quién es usted? "Pues un muy buen actor", ha respondido, sonriendo, otra vez, con esa dentadura que rompe en dos el color moreno de su piel y de sus huesos.

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