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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Virus mutante

La aparición de un brote de neumonía en una residencia de mayores de Vancouver (Canadá) ha vuelto a poner en tensión a la Organización Mundial de la Salud (OMS). La posibilidad de que el virus que ha acabado con la vida de al menos siete personas de avanzada edad y afectado a otras 136, corresponda al del síndrome respiratorio agudo y grave ha reavivado el fantasma de la pandemia que entre noviembre y junio pasados se extendió por el mundo ocasionando 916 muertes. En el caso canadiense, las autoridades sanitarias se han apresurado a aclarar que el agente causal del nuevo foco aún sigue sin identificarse, hasta el punto de que no se sabe si corresponde al coronavirus de la neumonía asiática, a una mutación o simplemente a un patógeno desconocido. Los expertos se inclinan por la hipótesis de la mutación, una posibilidad que encaja bien con la evolución propia de los coronavirus y que ya fue prevista en mayo de este año por la OMS. La existencia de una variante demostraría, además, la capacidad de adaptación del virus a su nuevo entorno, aunque afortunadamente en forma más benigna.

Son hipótesis y como tales tendrán que confirmarse o descartarse. Mientras cristaliza la explicación científica sobre este misterioso brote, el peso sanitario recae en su control epidemiológico. El Gobierno canadiense, que ya sufrió los estragos de la neumonía asiática, ha demostrado que mantiene los reflejos. Ha aislado el foco, analizado a los afectados y practicado las primeras pruebas genéticas. También ha informado puntualmente a la opinión pública y a las autoridades sanitarias mundiales. Esta forma de actuar, en contraste con China, ha disipado numerosos temores y ha permitido a la OMS enviar a uno de sus expertos para evaluar la evolución del brote antes de que pueda siquiera extenderse más allá de su primera localización.

Esta rapidez en la toma de decisiones sanitarias es imprescindible para controlar las epidemias. La sacudida que ocasionó, en su momento, la neumonía asiática permitió medir esta celeridad en tiempo real y a escala del planeta. El resultado fue, en términos generales, bueno y España, aunque en una dimensión muy reducida, participó en el mismo. Una lección que ahora, con la ola de calor y sus muertes, parece que se ha olvidado.

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