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El Gobierno de Portugal calcula que los incendios han calcinado un 5% del territorio

Portugal conoció ayer un nuevo balance trágico de los incendios que han asolado a todo el país en las últimas semanas. Más de 400.000 hectáreas -un 5% del territorio portugués- han sido calcinadas por las llamas en lo que va de año. Un 75% del área ardida es bosque, un dato que vuelve más catastrófica la situación. La media de años anteriores cifra en un 40% de bosque el territorio quemado, mientras el área restante suele corresponder a matorrales.

La Dirección General de Bosques (DGB) ha contabilizado 336.000 hectáreas devastadas, pero en esta cifra no están incluidas las zonas agrícolas y urbanas que también sufrieron los efectos devastadores del fuego. Por otra parte, la propia DGB destaca que esta cifra es muy provisional, porque se basa en datos recogidos directamente en el terreno y advierte de que el balance final superará las 400.000 hectáreas.

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Un análisis de imágenes suministradas por la NASA, realizado por el Instituto Superior de Agronomía de Lisboa, concluye que el área total ardida es de 417.000 hectáreas, más del doble del territorio calcinado en 1991, cuando Portugal vivió la mayor ola de incendios hasta este año.

Al igual que en 2003, en 1991 una ola de calor fue la culpable de los arrasadores fuegos. También en ese año, unas 1.000 personas fallecieron debido al calor. El jueves pasado, el Gobierno luso admitió que las altas temperaturas provocaron 1.316 muertes entre finales de julio y el 12 de agosto de este año. Otras 18 personas murieron como consecuencia directa de los incendios.

El Gobierno también ha declarado zona catastrófica todo el territorio del país y espera que la Unión Europea active en los próximos días el Fondo de Solidaridad. Las ayudas de Bruselas deberán ser utilizadas para recuperar las áreas más afectadas, especialmente a través de planes de reforestación.

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Otra medida de emergencia de Lisboa ha sido la prohibición de la retirada de la madera quemada en zonas con alto riesgo de erosión y en las márgenes de algunos ríos, para proteger a poblaciones que, año tras año, sufren inundaciones durante el invierno.

Por otra parte, el Ejecutivo luso intenta organizar el mercado de maderas, comprando a los propietarios los árboles quemados que intentará después vender a las empresas transformadoras. El objetivo es evitar la especulación. Los bosques y las industrias asociadas representan un 3% del PIB portugués.

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