La Ópera de Halle cierra el Festival de Peralada con una convencional 'Ariadne auf Naxos'
Los festivales de música suelen ser esclavos de sus tradiciones. En Peralada (Girona), donde llevan más de 15 años apostando por la ópera como plato fuerte de la programación, existe un público fiel que espera grandes voces y lujosos montajes. Pero el festival gerundese ha jugado este año sus mejores bazas en otros terrenos -conciertos escenificados, danza y recitales se han llevado la palma- dejando la ópera para las jornadas de clausura. Había ganas de ópera y el público recibió como agua de mayo la visita de la compañía alemana de la Ópera de Halle, que anteanoche cerró el festival con un convencial, aunque digno, montaje de Ariadne auf Naxos, de Richard Strauss, que hoy presentan en San Sebastián dentro de la Quincena Musical Donostiarra.
En Ariadne auf Naxos, tercera ópera surgida de la colaboración entre Strauss y Hugo von Hofmannsthal, las emociones laten bajo un sofisticado engranaje teatral y musical. No sólo entran en juego dos mundos opuestos, la ópera seria y la bufa -por capricho de un rico aristócrata, que da una fiesta en su mansión y quiere acortar la velada, se deberán interpretar a la vez una comedia y una ópera seria de tema mitológico, lo que provoca la desesperación del compositor-, también se enfrentan dos sensibilidades: el refinado mundo poético de Hofmannsthal, cargado de simbolismos en su reflexión sobre el arte y la fidelidad, y la arrolladora vitalidad de Strauss, un burgués feliz, siempre dispuesto a acortar distancias con el público llenando la armadura teatral con inspiración melódica y virtuosismo orquestal.
En Peralada los dos mundos de este ejercicio de teatro dentro del teatro latieron con el pulso convencional que marca la tradición germánica: la dirección de escena, firmada por Klaus Froboese, y la musical, a cargo de Roger Epple, respondieron a la filosofía artística que impera en un teatro de provincias que responde a las demandas de un público conservador. Nada de experimentos teatrales: una producción sencilla, con un movimiento escénico previsible, pero eficaz a la hora de clarificar la acción. En el foso, Epple desplegó más oficio que inspiración al frente de una muy solvente orquesta que luchó contra las limitaciones acústicas: faltó equilibrio y claridad en el sonido y se perdieron muchos detalles de la escritura straussiana.
Las voces tampoco lo tuvieron fácil en un escenario al aire libre que limita muchos matices. El elenco femenino superó con creces al masculino: la soprano Gertrud Ottenthal (Primadonna y Ariadne) y la mezzosoprano Ulrike Schneider (Compositor) dieron calidez expresiva y relieve escénico a sus personajes, mostrando su solvencia vocal. La soprano Akie Amou convenció como desenvuelta Zerbinetta. Junto a ellas, el tenor Richard Brunner apenas pudo con la inclemente tesitura y el carácter heróico de Bacchus. Nivel discreto en los papeles comprimarios, tanto en el aspecto vocal como en el rendimiento escénico, marcado por una dirección de actores demasiado convencional.
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