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LA EXTRAÑA PAREJA
Columna
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Makelele y la lucha de clases

Juan José Millás

No entiendo de fútbol, pero reconozco un episodio de lucha de clases con los ojos cerrados, y creo que Makelele está dando un ejemplo de resistencia obrera ejemplar. Aunque él no lo sepa, todos los parias de la Tierra tenemos puesta nuestra mirada en él. En ese sentido, me parece que ha hecho mal viajando a Francia, porque eso debilita la coartada del estado de ansiedad. Tengo un amigo psiquiatra, muy interesado en que por fin ganen la lucha de clases quienes se lo merecen, que firmaría con gusto todas las recomendaciones necesarias para que el médico de cabecera del ambulatorio de su barrio le expidiera la baja laboral. Además, conozco técnicas para lograr cuadros de angustia que conmoverían al mismo Gil y Gil, y también sé cómo transformar una crisis de angustia en una úlcera de estómago. Lo digo para cuando llegue el momento histórico de somatizar, que está al caer.

Le está dando a su jefe el corte de mangas que nadie

Sé que Makelele tiene con el Real Madrid un contrato que le obliga a jugar por cuatro duros (en comparación al menos con lo que ganan los señoritos a los que él coloca el balón en la punta de la bota para que salgan en el telediario), y sé que los contratos están para cumplirse. Pero, si los terrenos se recalifican llegada la ocasión (y de eso sabe un huevo Florentino), por qué no se va a recalificar a una persona cuando las condiciones de su entorno cambian como han cambiado las de Makelele. El jugador francés es en estos momentos como una de esas casitas bajas que se quedan aisladas en medio de rascacielos de cien pisos ocupados por corporaciones financieras. ¿Qué haría Florentino con esa casita baja? Pues ponerla a la altura de las otras. El presidente del Real Madrid sólo tiene que aplicar a Makelele las normas de la construcción. Si no lo entiende desde el punto de vista de la lucha de clases, que le dé una vuelta desde el pensamiento inmobiliario.

Aunque quizá ya lo ha hecho y no le preocupe tanto el problema económico como el mantenimiento del principio de autoridad, o sea, el "a ver quién manda aquí". Y manda usted, don Florentino. No hay más que verle el yate (o el contingente, que diría el general Cardona) para darse cuenta. Pero hay que gobernar el barco en función de las condiciones de la mar del mismo modo que hay que conducir el club de acuerdo a la situación atmosférica. El viento indica que debería usted negociar con Makelele una subida o dejarle libre para que se vaya donde quiera. No digo que eso no le cueste a usted unas pesetillas, pero las va a ganar en tranquilidad e imagen. Yo no había visto un solo partido de fútbol hasta que usted se inventó el Real Madrid, en serio, pero al final va a conseguir que siga con más interés los problemas sindicales del club que los avatares (qué rayos querrá decir avatares) de la Liga. Y eso es como si la ministra de Cultura consiguiera que la gente hablara más de Dios que de Cervantes (en ello está, por cierto).

Otra cosa que nos disgusta mucho a quienes acabamos de llegar al espectáculo es que utilice usted a Valdano, que es un poeta, como jefe de personal. El otro día comí con un jefe de personal que en el segundo plato, debilitado por los efectos del vino, me confesó que tenía un lado oscuro. A mí no me cabía en la cabeza que tuviera un lado más lóbrego del que presentaba a simple vista, pero, después de hacerse de rogar, me aseguró que era poeta como Luis Alberto de Cuenca. No pude continuar comiendo. Soy capaz de aguantar durante un rato a un poeta que sólo sea poeta y a un jefe de personal que sólo sea jefe de personal, pero la mezcla me estremece. Así que devuélvanos usted al Valdano poeta, que ya fue bastante duro verle despedir a Del Bosque con aquellas maneras más propias de un jefe de personal de Correos y Telégrafos de los años cincuenta que de un deportista ilustrado del siglo XXI.

En cuanto a ti, Makelele, resiste, por favor. Piensa que le estás dando a tu jefe el corte de mangas que nadie nos hemos atrevido a darle al nuestro. Una vez que hasta la propia izquierda decidiera subcontratar el movimiento obrero (parece que le sale ideológicamente más barato que tenerlo en nómina), sólo nos quedan héroes millonarios como tú en los que mirarnos. Gracias, gracias, gracias. Por último, si combinas los ansiolíticos con los somníferos, los síntomas de la depresión se agravan de forma espectacular. Y si te pones una tiza debajo de la lengua media hora antes de ir al médico, te sube la temperatura dos o tres grados. Lo dicho: Arriba, parias de la Tierra. En pie, famélica legión.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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