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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Epidemias de exhibicionismo

Una irregular colección de ensayos aborda desde distintos enfoques el siempre sugestivo tema de la moda. Entre ellos sobresale 'La moda en el proceso de la civilización', de Renè König, en el que, considerando la moda como una epidemiología social, analiza el origen y a los precursores de las diversas epidemias a través de la historia.

Enrique Gil Calvo

El valenciano Instituto de Estudios de Moda y Comunicación ha iniciado una colección de ensayos heterogéneos que depara felices sorpresas. Así sucede con la obra de König, todo un clásico de la sociología de la moda, cuya primera versión traducida era ya inencontrable. También son sugestivas las dos piezas de Patrizia Calefato (una original, la otra una compilación de artículos sobre cine), fértil semióloga italiana que sigue los pasos de Roland Barthes. El resto carece de interés, pues está anticuado o es superficial en exceso.

König entiende por moda aquella epidemiología social que regula el metabolismo de los recursos expresivos, especialmente de aquella puesta en escena con que nos presentamos exhibiendo una determinada imagen ante los demás. El que la moda sea una epidemia implica que se transmite y difunde por contagio compulsivo de sus portadores, que primero la contraen sin querer, después la manifiestan con virulencia y por último se libran de ella, una vez caducada y extinguida cuando se queda anticuada y se pasa de moda. Pero a diferencia de las epidemias patológicas o nocivas, la moda es una epidemia benéfica y festiva, que favorece a sus víctimas permitiéndoles adaptarse con éxito al vertiginoso cambio social.

Siguiendo a Simmel, König plantea una dialéctica entre la minoría de innovadores amantes del riesgo, que buscan distinguirse creando modas nuevas (éstos son los precursores que inician las epidemias de las modas), y la gran mayoría de conformistas que después les imitan buscando la aprobación ajena. El enigma reside en dónde se localiza por su origen social la élite de precursores que inician cada epidemia, y que luego son los primeros en abandonarla. Aquí es donde König distingue tres grandes etapas. Durante la premodernidad y el Antiguo Régimen absolutista, los precursores eran siempre los varones del estamento superior: los nobles, los señores, los aristócratas, los dandis, que dictaban desde arriba la moda como árbitros de la elegancia. Así parafraseaban a Marx avant la lettre, pues la moda dominante era la moda de la clase dominante.

La segunda etapa es la moderna sociedad industrial de masas iniciada en Estados Unidos a partir de 1850. Una vez abolida la aristocracia, las epidemias sociales ya no pueden surgir desde arriba verticalmente (como sucedía en la jerárquica sociedad cortesana), sino horizontalmente, desde un mercado abierto que iguala a todas las clases sociales por su poder de compra. Ahora los protagonistas de la moda ya no son los varones dominantes (que dejan de seguirla para uniformarse con el terno puritano), sino las mujeres y los jóvenes de clase media. Es la producción fordista de modas en cadena que alcanza su máximo apogeo con el star system programado desde Hollywood, y que inicia su declive con el suicidio de Marilyn en 1962.

Finalmente, con la crisis del capitalismo fordista, el sistema de la moda de clase media estalla a partir de 1975, siendo sustituido por el multiculturalismo pluralista de la presente globalización. Ahora las epidemias de las modas sólo pueden surgir desde abajo, y sus precursores son los punkis, los freaks o los cyborgs: los híbridos surgidos del casual cruce callejero de las diversas minorías sexuales o raciales socialmente excluidas por la clase dominante. Es la inversión posmoderna de la aristocracia premoderna, pues ahora las clases superiores son las conformistas y las innovadoras son las excluidas, estableciéndose así un neocasticismo semejante al encontrado por Ortega en aquella goyesca sociedad del XVIII donde las marquesas imitaban a las manolas y los duques a los toreros, confirmando que el sueño de la razón engendra monstruos. Pues si la decadencia del imperio español generó el casticismo denunciado por Ortega, el declive del imperio americano también está engendrando una análoga parada de los monstruos, tal como describe el libro de Calefato.

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