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CATÁSTROFE SOCIAL EN FRANCIA

Ancianos solos, hospitales desatendidos y ministros ausentes

En 1976 el historiador y demógrafo Emmanuel Todd predijo la definitiva crisis de la URSS a partir de datos relativos al aumento de la mortalidad infantil. Los más de 3.000 ancianos o enfermos franceses a los que la canícula ha precipitado hacia la muerte ¿son un síntoma de decadencia del país? Es imposible aceptar como "normal" que un mes de agosto caluroso, incluso el más tórrido en un siglo, pueda provocar 3.000 fallecimientos en un país desarrollado.

Para el ministro francés de Sanidad, Jean-François Mattei, se trata de "una verdadera epidemia" que asegura "no haber subestimado, pues para ello había que estar advertidos y la canícula no era previsible". Esta última frase es del pasado 11 de agosto y contrasta con los boletines meteorológicos que, el primer día del mes, ya hablaban de "una nueva ola de calor".

Lo cierto es que la práctica totalidad de hospitales de París y de Francia carecen de climatización, que el aire acondicionado es una rareza en los domicilios particulares y que los ministros, que estaban todos de vacaciones, no comprendieron la magnitud del drama hasta que ya se había producido. Sólo eso explica que, el pasado lunes día 11, cuando los servicios de pompas fúnebres ya estaban colapsados, Mattei estuviese aún en la playa y se limitase a anunciar la puesta en marcha de un número de teléfono gratuito para que todo el mundo pudiera consultar cuáles eran las medidas preventivas a adoptar contra el calor.

Insolidaridad social

No son los ancianos o los enfermos los que van a llamar a ese teléfono gratuito. Según algunos médicos, Francia cuenta con un porcentaje cuatro veces inferior de enfermeros que presten atención domiciliaria a las personas que la necesitan que países como Alemania o Dinamarca. Pero Francia presume de tener una sanidad pública estupenda. "Los socialistas y sus 35 horas la han desorganizado", tuvo el cinismo de decir, sin sonrojarse, el portavoz del Gobierno, el otras veces inteligente Jean-François Coppé.

Si es cierto que el Gobierno ha tardado mucho en adoptar medidas de urgencia -poner los hospitales militares al servicio de los civiles, movilizar a la Cruz Roja, recuperar el 30% de camas imprudentemente anuladas durante el mes de agosto- eso no basta para explicar la catástrofe. Como no basta la escasa climatización. Existe un fenómeno de insolidaridad, sin duda también ligado a la explosión del viejo modelo de familia, que hace que hoy algunos de los apartamentos o casas más insalubres estén ocupados por abuelos y abuelas que viven solos, que si 20 años atrás pasaban por ser un modelo de independencia, ahora son el eslabón suelto de la cadena humana, ése al que apenas se llama para felicitar el día de su cumpleaños. Cerca de 3.000 muertos equivalen a 3.000 soledades.

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