El tributo de Puertollano
La localidad manchega decreta tres días de luto por los tres trabajadores de la planta que salva la economía de toda una comarca
Saturnina Viña, de 45 años, estaba en su casa de Puertollano (Ciudad Real) cuando a las 8.15 de la mañana de ayer escuchó una explosión que hizo vibrar sus ventanas. Salió a la terraza y vio una gran columna de humo. "Lo primero que pensé es que había sido en Repsol y aunque hay mucho trabajadores allí, te pones en lo peor", explica con tristeza.
Saturnina es la compañera de uno de los heridos en el accidente registrado en las instalaciones que Repsol YPF tiene en la localidad. "Llamé a las oficinas de Repsol y me dijeron que no faltaba ningún trabajador". Pero Juan Carlos Buenestado González, de 38 años, se encontraba en ese momento transportando materiales con su camión y recibió de lleno el impacto de las llamas.
"Yo estoy esperando a mi mujer para irnos de aquí, esto se ve muy feo"
"Somos una población de pocos recursos, y la refinería salvó la situación"
Juan Carlos ingresó a las 11 de la mañana en el Hospital Universitario de Getafe, adonde fue trasladado en un helicóptero del Servicio de Emergencias Sanitarias de la Comunidad de Madrid (Sercam). El hombre presentaba el 87% de la superficie del cuerpo quemada, síndrome de inhalación con insuficiencia respiratoria aguda y necesitaba ventilación mecánica. Su pronóstico es crítico, según informaron fuentes hospitalarias.
Plácido Murillo Salazar, de 78 años, trabajó toda su vida activa para la Sociedad Ibérica de Montaje, encargada de la construcción de la planta de Repsol YPF en Puertollano. Ayer esta refinería se cobró la vida de su nieto de 22 años, Roberto Fernández Murill, quien en un principio no había sido reconocido porque llevaba un reloj diferente al que usaba todos los días, según informaron las trabajadoras sociales del Ayuntamiento. El cadáver de este joven fue trasladado al Hospital Santa Bárbara de Puertollano y es el único que era originario de esta localidad. El resto de los cuerpos, identificados como José Artiagas Pérez y Mariano Bragado Sobrino, provenían de otras localidades, según informaciones preliminares, del norte de España.
Puertollano volvió a pagar con sangre el tributo que le debe a la refinería. "Es una tragedia, pero es así", reconoce el alcalde de esta localidad manchega, Casimiro Sánchez (PSOE). Hace más de 40 años que Puertollano se nutre de los empleos que genera la planta de Repsol YPF. "Somos una población de pocos recursos, y la refinería salvó la situación, hoy Puertollano es una ciudad próspera", asegura el alcalde.
Desde que llegó la empresa petrolera el pueblo creció y pudo sobrevivir después de que cerraran las minas de carbón. Hace siete años otra explosión causó cinco muertes. En aquel entonces, recuerdan ex empleados de la petrolera, sólo se prendió una caldera. "Nada parecido a lo de hoy", dicen.
La empresa petrolera construyó un barrio conocido como El Poblado, a unos 3 kilómetros de la planta, donde viven casi exclusivamente familias relacionadas con Repsol YPF. Muchos de ellos sintieron muy temprano el estruendo de la explosión y conforme avanzaba la mañana y la columna de humo se hacía más y más grande, empezaron a dejar el lugar. "Yo estoy esperando a mi mujer para irnos de aquí, esto se ve muy feo", cuenta Ángel Félix, ex empleado de la planta, quien esperaba en la avenida Andalucía, que une la planta con la zona urbana de Puertollano. Otros vecinos afirmaban que no se irían hasta que les notificaran que debían hacerlo. Las autoridades aseguraban que no había motivos para poner en marcha el Plan Externo, un plan que ha diseñado Protección Civil en caso de catástrofes en esta comarca, que además de la refinería, cuenta con dos plantas hidroeléctricas. Dicho plan consiste, en primera instancia, en impedir que la gente salga de sus hogares y sólo en un caso muy extremo de contaminación. "Pero no es el caso", aseguraba ayer el Alcalde, se procedería a una evacuación.
Juan Carlos es otro vecino de El Poblado, trabaja para Repsol YPF y no pensaba dejar su casa. Esperaba apoyado contra la pared de su residencia mientras un vecino le comenta "ya van cuatro tanques quemándose". Asegura que si no le comunican lo contrario, al día siguiente volverá a la planta a trabajar como cualquier día.
Conforme avanzaba el día la situación se iba complicando. En principio sólo se impidió el acceso a la planta en sí, pero pasadas las dos de la tarde, después de que el alcalde y el vicepresidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda, informados por los responsables de Repsol YPF, aseguraran que la situación estaba controlada, se registró la explosión del segundo tanque y se ordenó la evacuación de todas las personas ajenas a la planta hasta una distancia de un kilómetro de la refinería.
La columna de humo se hacía cada vez más ancha, las noticias corrían en las calles. "Ya se ha incendiado el tercero", "ya el cuarto" tanque. Las unidades de tráfico detuvieron la circulación desde la salida de la zona urbana de Puertollano hacia la refinería, marcada por la rotonda en la que está el Monumento de Repsol, a cuatro kilómetros de la planta. En el centro del pueblo no se veía un alma, el sol de la tarde estaba cubierto por la nube de humo que se despedía desde la refinería. "Esto no es normal, muchos coches están saliendo, la gente sale con maletas", aseguraba Luis López, taxista de la localidad.
Como señal de duelo, el Ayuntamiento de Puertollano ha decretado tres días de luto y ha suspendido sus fiestas y un festival de rock que iba a celebrarse en los próximos días. "Esto es sólo un testimonio, pero hay que estar con las víctimas", afirmaba el alcalde.
Hust, un camionero holandés, afirma haber estado en la planta cuando sucedió la explosión. Tenía que entregar su mercancía pero tras el siniestro tuvo que salir del lugar.
A mediodía esperaba cerca del puesto de la Guardia Civil en la carretera a que alguien le escribiera en la boleta de reporte de viaje, en español: "No pude entregar por explosión".
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