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Crónica:Ciencia recreativa / 13 | GENTE
Crónica
Texto informativo con interpretación

El orgasmo fantasma

Javier Sampedro

A los dos lados del cerebro, más o menos por encima de cada oreja, reside la percepción de nuestro propio cuerpo. Los anatomistas lo llaman el homúnculo somatosensorial, y el realismo pictórico brilla allí por su ausencia. Ustedes habrán visto ese personaje deformado hasta la pesadilla, todo manos y cara y genitales, porque de esos tres sitios viene la mayoría de nuestro universo táctil. Prueben a pellizcarse un codo. ¿Duele? No mucho, porque el homúnculo casi no tiene codos. Cada dedo de su mano, sin embargo, se proyecta sobre enormes territorios del homúnculo. El resultado es francamente feo, pero, en fin, así es como nos ve nuestro propio cerebro, y eso es lo que hay.

Una de las grandes guerras de la neurobiología contemporánea se refiere a si el cerebro es plástico o rígido, si su hardware manifiesta una gran flexibilidad para responder a las alteraciones del entorno o está, por el contrario, impreso a fuego en los yunques de nuestra biología del desarrollo. Muchos de los argumentos del bando plástico tienen relación con las amputaciones. Por ejemplo, Michael Merzenich, de la Universidad de California en San Francisco, ha demostrado que la amputación de un dedo modifica la mano del homúnculo somatosensorial: en cuestión de unos meses, la zona cerebral que representaba ese dedo, viendo que ya no tiene gran cosa que hacer, se ha reciclado y ahora representa (recibe señales desde) los laterales internos de los dos dedos adyacentes. Es un ejemplo de plasticidad cerebral. Pero el reajuste no es perfecto. En muchas ocasiones, basta tocar a la vez esos dos dedos adyacentes para que el paciente perciba el dedo que ya no tiene: un dedo fantasma.

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Sobre los miembros fantasmas se han dicho tantas tonterías que mucha gente sigue archivándolos en la carpeta de los ovnis, las psicofonías y los ectoplasmas. Pero el fenómeno no sólo es real, sino que, según han demostrado los estudios con cientos de veteranos de guerra, es prácticamente universal en las personas que sufren cualquier tipo de amputación. En algunos casos el miembro fantasma sólo dura unos meses, pero otras veces persiste toda la vida. La forma de despertar al fantasma es siempre la misma: estimular la piel adyacente a la amputación.

Michael Gazzaniga, director del programa de Neurociencia Cognitiva del Darmouth College y uno de los más influyentes neurocientíficos del mundo, cita en su libro The Mind's Past (El pasado de la mente, University of California Press, 1998) un caso asombroso analizado unos años antes por Ramachandran y Stewart: "Un ingeniero de Florida informó de que su pierna fantasma (la izquierda, que había sido amputada) incrementaba su presencia durante el orgasmo, y que de hecho la sensación orgásmica se extendía hacia abajo por toda la pierna fantasma hasta el pie, y resultaba mucho más intensa que antes de la amputación". Por espectacular que resulte este caso, se trata del mismo efecto que hemos visto antes con los dedos: el fantasma se despierta cuando se estimula la piel adyacente a la amputación.

¿Son los miembros fantasmas una prueba de la plasticidad del cerebro? Merzenich diría que sí. Pero Gazzaniga dice que no. El cerebro es una suma de módulos especializados, y todos tienen mucha arquitectura innata. Las áreas cerebrales del lenguaje son increíblemente eficaces para aprender a hablar, pero no hay entorno, accidente ni experimento que pueda enseñarlas a reconocer caras, ni a calcular trayectorias, ni a sentir orgasmos. Por las mismas, el homúnculo somatosensorial es un perfecto inútil si de lo que se trata es de aprender a hablar (por eso no hablan los monos). Los dedos adyacentes al amputado pueden proyectar sus estímulos a la zona cerebral que ha quedado desocupada, pero ello sólo es posible porque esa zona ya estaba hecha para eso, para percibir estímulos táctiles. Los fantasmas existen, pero aprueban el examen copiando al de al lado.

LUIS F. SANZ

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