_
_
_
_
Entrevista:SARA BARAS | Bailaora | TALENTOS CON ÉXITO

"El flamenco es el arte del corazón"

Son las nueve menos cinco de la noche del 16 de julio. A las diez en punto, Sara Baras presenta en el Gran Teatro de Córdoba Mariana Pineda, su último espectáculo. La entrevista tendría que haber empezado a las ocho, pero Sara no aparece. Angustia. Se supone que dispondremos de poco tiempo. Tendrá que peinarse, maquillarse, vestirse, aislarse antes de enfrentarse al público. La periodista escruta las esquinas esperando ver el coche en el que se supone que viene. Una voz ronca y suave interrumpe la vigilancia: "Hola, soy Sara. Perdona, he tenido que venir andando. Vente conmigo al camerino". Con Sara Baras más vale no suponer. Camerino: cigarrillos rubios y leche manchada de café. Sara se va haciendo el moño y charla por los codos. Una charla amigable, cálida, blanca como las azoteas de su Cádiz, de muchacha a la que no se le echarían los 30 años cumplidos, en la que se sigue adivinando a aquella alumna deslumbrante de la escuela de baile de Concha Baras en San Fernando. La mejor alumna, digna hija de su madre.

"Me gusta enseñar. Tengo mucha paciencia y la suerte de tener a mi madre; ella, como maestra, es algo excepcional"
"Cuando empecé había bailaoras buenísimas, pero casi todos los personajes que estaban arriba eran hombres"
"Leer me encanta, y también la música. Y otra cosa que hago cuando tengo un rato es pintar mandalas"
Más información
"El hombre se lo debe todo a la mujer"
"La almohada no engaña"
"Si me quito de cantar, palmo"
"Este gobierno trabaja por la infelicidad de los ciudadanos"

Pregunta. Me llama la atención de usted que, cuando le alaban el talento, salta con que lo principal es el trabajo.

Respuesta. Es que aquí nos quedamos en el ¡ay que ver qué arte tiene!, y no, no es eso; hay una cantidad increíble de trabajo. Si es verdad que hay talento, eso tiene que ir acompañado de horas de entrenar. Ni de broma creo yo que el baile sea como antiguamente, que sí es verdad que el flamenco era puro arte. Hoy repites durante horas un movimiento, y te tiras al suelo a hacer abdominales, y trabajas la resistencia, la elasticidad, el fondo, en fin, y perfeccionas sobre todo la técnica, que es lo que te permite luego adaptar el baile a tu personalidad. Por eso es por lo que yo hablo del trabajo.

P. Usted es la primera bailaora en mucho tiempo que está apostando por una renovación del flamenco. ¿A qué se debe eso?

R. El flamenco siempre ha sido machista. Yo creo que hasta en eso he tenido suerte, porque cuando empecé había bailaoras buenísimas, pero casi todos los personajes que estaban arriba eran hombres. No es que yo haya llegado gritando que las mujeres también podemos, pero ha coincidido que aparece la compañía de una mujer y la gente tenía ganas de baile de mujeres. A estas alturas sí es verdad que a mí me impresiona no tanto adónde pueden llegar mi baile ni mi persona, pero sí mi compañía.

P. Su apuesta por la innovación le ha traído acusaciones de poco flamenca.

R. Eso me pasaba con Juana la Loca. La gente me decía: "¡Tengo unas ganas de verte bailar por alegrías!". Y claro, yo eso lo hago cada vez que quiera. Lo que no sabía era si podía hacer una obra en que interpretase un personaje que ya para mí era un escalón que subir. Con Juana la Loca fue un reto. Era meter una coreografía, un vestuario, una música, un montón de cosas que lleva una compañía. Que lo de antes estaba muy bien, pero esto cambia mucho. Por eso me siento tan orgullosa de tener una compañía que vaya manteniéndose y que encima sea un equipazo. Y claro, si te duele la barriga, dices: "¡Ni de coña! ¡Tengo que bailar!". Porque son treinta y tantas familias, y es algo tuyo, y eso te asusta, pero la satisfacción que tienes al final no es la misma.

P. Es gente muy jovencita.

R. Es que en la gente más joven hay naturalidad, y a mí me gusta ese aire, aunque tengan defectos en su baile, pero se entregan más. Pero vamos, que tampoco hay nada preconcebido. También hay alguna niña que tiene 27, pero es verdad que su talante y sus maneras son muy lindos. Son niñas humanas, con una ilusión, con una preparación, intentando que haya un nivel en la compañía que sea bueno.

P. El ser hija de una profesora de baile le habrá dejado gusto por la enseñanza.

R. Claro. Me gusta enseñar. Tengo mucha paciencia y la suerte de tener a mi madre, y mi madre como maestra es algo excepcional, porque enseña de un modo que te sale tu manera de ser, no la de ella, y eso me parece en el flamenco alucinante, porque es como darle todavía más personalidad.

P. Y esa personalidad permite que el flamenco evolucione.

R. Sí, eso pasa con todo. Porque un cantaor sea muy de verdad no puedes esperar ya que todo sea de garganta. El Cigala cantando un bolero a mí me emociona lo mismo que por seguiriyas. ¿Sabes lo que te digo? A mí me parece alucinante que El Cigala estudie otro tipo de música, y eso no le quita autenticidad. Igual le pasaba a Camarón. Camarón es, con Paco de Lucía y Carmen Amaya, lo más importante que ha dado el flamenco, y los tres han sido revolucionarios.

P. Carmen Amaya revolucionó el baile de mujeres.

R. Totalmente. Nadie metía los pies y ella viene con los pies rápidos, fuertes, y encima se adapta mejor físicamente al baile flamenco. Me parece impresionante que una mujer en esa época, con una familia como la que ella tenía, porque tiró de toda la familia, consiguiera hacer lo que hizo. Igual que Paco de Lucía, que toca la guitarra de una forma en que nadie la ha tocado antes, y claro que sabe tocar una taranta, pero me parece importante que, si uno de los grandes comunica bien de esta manera, los que vengamos detrás intentemos aprender otras cosas.

P. Da la impresión de que tiene claro dónde está y que no se va a cortar por la reacción que pueda provocar.

R. Yo creo que soy una persona muy honrada. No pretendo quedarme con nadie ni vender nombre para vender más entradas. Yo pretendo bailar muy bien y aprender cosas nuevas, sin crear nada, porque todo está inventado, y lo grande del flamenco es que es tu personalidad la que hace que se te vea como algo diferente. A mí me pasa que alucino con tantas cosas que intento aprender. Siento que cada año voy aprendiendo, y es como no dejar de construirte, porque te das cuenta de que, cuanto más sabes, más te queda por saber. Me parece que el flamenco es el arte del corazón, el arte que más fuerza necesita, más fuerza y más deseo de que nosotros expresemos algo.

P. ¿Ha tenido algún momento de crisis?

R. Sí, sí, y en esos momentos tengo una familia. Muchas veces acabo la función y me voy a Cádiz, aunque sea un día, porque necesito cargarme de energía, porque cada vez la responsabilidad es mucho más grande, porque, aunque tú te sigas sintiendo la misma, para la gente ya eres alguien, y cambiar de espectáculo es algo precioso, pero tienes el miedo de decir: "¿Y si me he equivocado esta vez?". Porque, aunque la aceptación del espectáculo sea cuestión de gustos, me importa que sea una cosa digna. Por ejemplo, en una de las críticas de esta obra se destacaba la limpieza del cuerpo de baile, y me encantó, porque conseguir eso supone trabajar un día y otro día.

P. ¿Qué le da su madre para reponerla?

R. Cuchara, cuchara. Cuando llamo a casa y digo: "Mamá, que voy", pues ya sé que me tiene mis lentejas, las cosas de mi madre, que para mí son lo mejor del mundo, claro, como para cada uno las de su madre. Pero encima es que me miman cuando voy. Lo típico. Que tengo frío, pues me tapa con la mantita. Eso no está pagado.

P. La normalidad es necesaria.

R. Sí, es que yo llego a Cádiz y le digo a mi madre: "Mamá, déjame que yo baje a comprar el pan", y me voy a comprar el pan como toda la vida. A lo mejor hay gente a la que no le supone nada, pero para los que estamos todo el día por ahí es necesario llegar a casa y poder bajar al perro, y a lo mejor el de la tienda te dice que te ha visto en la tele, pero te lo dice con naturalidad. A mí en Cádiz me dice la gente muchas cosas, pero siempre con un cariñazo...

P. ¿Tiene tiempo para leer?

R. Intento sacarlo. Leer me encanta, y también la música. Y otra cosa que hago cuando tengo un rato es pintar mandalas, que son esos dibujos circulares que a veces tienen un mensaje, o que se leen de dentro afuera, que te ayudan en la relajación. Yo tengo libros y libros de mandalas. Las coloreo y a veces se las regalo a mis amigos.

P. ¿Por qué causa derramaría hasta la última gota de sangre?

R. Yo, por los niños.

P. ¿Ha pensado en tener uno?

R. Ahora no puedo, pero los domingos la gente de la compañía se trae a sus hijos y todos acaban metidos conmigo en el camerino.

Sara Baras, en el camerino del Gran Teatro de Córdoba.
Sara Baras, en el camerino del Gran Teatro de Córdoba.PABLO JULIÁ

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_