_
_
_
_
Reportaje:ESCENARIOS URBANOS

De la tasca El Guardia a la salsa

Dos ocurrencias habrían de marcarle el año 1982 al paseante: ver a su sobrino de drag queen inaugural de la marcha provinciana, y al socialista Felipe González de presidente del Gobierno español. La primera fue toda una pasada familiar; la segunda, toda una pasada política. Inesperadamente, su sobrino mudó el Derecho Romano por unos tacones de aguja, mucha hombrera y unas uñas esmaltadas de negro; y Felipe González, la chaqueta de pana de Suresnes y los clarines del carisma, por la Moncloa y un sí a la OTAN, que se sacó de la manga, a la hora estipulada. Pero la gloria se la llevó la drag queen, que puso su efímero glamour a una noche, que ya se despendolaba por los altos andamios del Benacantil alicantino, aún con sabor a agua de Valencia y oliéndole toda la liturgia a un buen canuto de maría, por un laberinto de callejas, escalinatas, orines, costanas, neones, pubs, vomitonas, grescas y denuncias del vecindario. Qué escenografía tan centelleante la de los viejos barrios de Santa Cruz, San Roque y otros que citan los vetustos y nada vetustos, aunque quizá más incómodos, cronistas, y que ahora la terminología administrativa resume en un lapidario y estadístico Casco Antiguo.

"Qué escenografía tan centelleante la de los viejos barrios de Santa Cruz, San Roque..."
"El nuevo escenario cae a babor del Meliá y sus fases y a estribor de los pantalanes del puerto"

De tales territorios había que desalojar rebeldía, sexo, alcohol y menudeo, como si el circuito buscara la evasión por Broadway y naufragara en el Postiguet: Estoy bien, me siento muy bien. Es el chocolate con el rock. Pero no calcularon que los jóvenes de los 80 y sus camadas, antes que palmar o deponer la irreverente contracultura, iban a enrocarse en aquellas barricadas. Así es que con la protesta y el pretexto de ciertos planes urbanísticos, con los escombros de la persuasión y la turbiedad de esas especulaciones, bajo cuerda, a mediados de la última década del siglo, polémica va y viene, se levantó un nuevo escenario para el ocio, la copa, la música-disco o la salsa, y el desamor: "Es la zona de los pijos", sentencia un heavy, entrado en carnes y centrifugando el malta, con la inconfundible divisa del edil reciclado, en alguna compañía de aguas. Y como canta el borde: Los jefes van de coca, los curritos de tinto y aspirina. "Os hace una de éxtasis", sonríe al paseante y a su amigo, el sociólogo doctorado en el síndrome de Peter Pan, y como si nada.

El nuevo escenario cae a babor del Meliá y sus fases (el clamoroso degüello de una espaciosa perspectiva urbana), y a estribor de los pantalanes del puerto deportivo de Alicante, frente a la Plaza del Mar, la fuente iluminada y un grupo escultórico de exaltación a la milicia, entre la nostalgia y la horterada. El nuevo escenario ocupa un lugar de privilegio y está a tope de restaurantes, cafeterías, paseos, pubs, bares de ambiente, terrazas y multitudes de jóvenes y adolescentes, en las madrugadas calurosas. Pero se abigarra, cuando sobre la cuatro, se precipitan de los barrios altos esa marcha de vaqueros y zapatones, con la litrona a la bandolera. Bajan de sus cuarteles, por Argensola y Cienfuegos, por Virgen de Belén y Cisneros, por padre Maltés y Montengón, que luminoso callejero de historias y azoramientos: en la calle de Labradores, por ejemplo, está la frontera, y allí ahorcaba la justicia de los poderosos, por donde ahora corre el tumulto de la creación, a tomar el puerto, o la ruta de la madera, donde se escucha rock en vivo, o al Rave tan reciente: botellón con grupo electrógeno, para el bailongo, antorchas, cubatas, gin-tónics, lo que echen.

Por los 50, los jóvenes, airados y amordazados, subían a la plaza del Carmen o a la de Quijano, observaban el puerto, los muelles, las grúas, el horizonte, que era una línea de libertad o de náusea, y acababan en la tasca El Guardia, haciéndose unos vinos con un plato de habas hervidas, mucha guindilla y más incertidumbre.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_