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Columna
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Desnudo

A pesar de que el calor está desnudando a toda España, ningún desnudo como el de Jesús Gil y Gil, asomado al balcón de la Audiencia Provincial de Málaga, abanicándose el sudado torso, acto de desprecio a la justicia democrática y a la vez melancólico, porque finalmente don Jesús comprende que su cuerpo se ha convertido en carnaza para enemigos rapaces. Su enemigo principal es el ex camarada y alcalde de Marbella, Julián Muñoz, vestidísimo, con corbata y además con camisa, sonriente como sólo puede sonreír un hombre enamorado. Don Julián va de amores con Isabel Pantoja y por el amor de una mujer está dispuesto a vencer o morir, como el barítono de Luisa Fernanda: "Por el amor de la mujer que adoro/ si hay que morir, sabré morir".

Días atrás, en un debate televisivo, Muñoz y Gil se llamaron ladrón mutuamente y concretaron en pesetas los botines obtenidos, hasta el punto de que el señor fiscal se basó en esas confesiones para encausarlos. Semidesnudo Gil y Gil, vestidísimo Muñoz, llegaron ante la justicia en estado de amnesia y no recordaban las acusaciones intercambiadas o las atribuyeron al calor de la polémica y al del verano. Si Gil y Gil empezó su carrera en la página de sucesos tras el desastre de Los Ángeles de San Rafael, continuó como divertido guest star de cadenas de radio y televisión, y ahora ha ingresado en las páginas y espacios dedicados a esa mezcla de corazón e intestinos de moda en todos los medios. A pesar de que hay sospechas de estafas, cohechos y prevaricaciones, lo que interesa de esta historia es que Gil es un ángel caído y semidesnudo que acabará sus días sin ni siquiera presidir el Atlético de Madrid y, en cambio, Julián Muñoz tiene partido propio y va a todas partes con una Isabel Pantoja que, incluso desmaquillada, le canta con los ojos Es mi hombre con el entusiasmo con el que Mistinguette le cantaba a Chevalier.

Juguete roto para medios que ahora le recuerdan delincuencias y en el pasado le reían zafiedades, el autonecrofílico desnudo de Gil tiene un lugar en los desplegables que Interviú dedica a las mejores carnes de la restauración democrática o despelotado en el centro de cualquier estadio, en el saque a la vez final de la II e inaugural de la III Transición.

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