Carritos en el autobús
Soy un recién estrenado padre y entre habilidades que he tenido que desarrollar está la de sortear los obstáculos que no permiten el paso de las sillas de ruedas de los bebés, pero esta vez no voy a hablar de barreras arquitectónicas, sino de barreras humanas.
El anterior domingo nos decidimos mi esposa y yo a dar un paseo con el crío (recién cumplidos los cinco meses) por el centro de Madrid. A la hora de decidir el método de transporte optamos por el autobús urbano, ya que teníamos línea directa y el acceso al metro es complicado con una silla de ruedas, al menos en nuestra parada.
Nos subimos en el 27 en Cuzco y el conductor nos indicó amablemente dónde debíamos colocar el carrito del niño: en el sitio reservado a sillas de ruedas, donde fuimos sin ningún problema hasta el final del paseo de Recoletos. Es más, a la hora de bajar nos colocó la rampa, por lo que fue muy cómodo descender del autocar.
Después de una vuelta por el Botánico nos dispusimos a volver a casa utilizando el mismo método de transporte. Grande fue nuestra sorpresa al intentar subir al autobús, ya que el conductor nos exigía plegar el carrito. Un niño de cinco meses no puede ir en una silla normal, se le acopla un capazo rígido al que llaman portabebés, al que van sujetos los niños con correas, por lo que "plegar" la silla no es tarea fácil. No entendíamos por qué, si el vehículo estaba equipado de igual manera que el de la mañana, nos ponían estas pegas.
Dejamos pasar este autobús esperando que en el siguiente fueran más razonables, pero no fue así; de nuevo el conductor nos exigió que plegáramos el carro alegando que era una directriz de la empresa de transportes. Como no podíamos pasarnos todo el día viendo pasar autobuses, nos "plegamos" a sus exigencias y entre mi esposa y yo desmontamos el carrito (con el consiguiente retraso en la salida del autobús). Yo sujetaba el portabebés con el niño dentro, mientras mi esposa arrastraba el carro plegado al interior del autobús. Pudimos con tal reto, ya que éramos dos, pero no quiero ni imaginar cómo se las debe arreglar una madre o un padre solos ante esa situación, con el niño en un brazo, con el carro colgando del otro y picando el billete con los dientes.
Ni mi esposa ni yo entendemos el porqué de esta estrategia de dificultar el uso del transporte público a los padres con niños pequeños, cuando el vehículo está sobradamente equipado para poder hacer las cosas mucho más sencillas y seguras. Tal vez de lo que se trata es de utilizar lo menos posible las infraestructuras que han tenido un coste extra para el erario público o tal vez lo que ocurre es que el "sueldo" de 100 euros mensuales de las madre trabajadoras es para que se puedan pagar taxis.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.