_
_
_
_
Reportaje:ESCENARIOS URBANOS

Un oasis gandiense

En su guía El País Valenciano, Joan Fuster describió la ciudad de Gandia con concisa exactitud como un lugar populoso y cordial, con escasos monumentos conservados, calles ajetreadas en constante modernización y mucho dinero a la vista. Gandia sigue siendo así. Una ciudad agradable de vivir, despierta, completamente despreocupada del pasado y, en general, sin excesivas veleidades estéticas, pero con una acendrada tradición comercial que ha permitido que buena parte de sus ciudadanos disfrute de una evidente holgura económica.

Pero como la contradicción está en la substancia misma de todas las cosas de este mundo, resulta que el lugar más representativo de esta industriosa ciudad no es ni ajetreado ni moderno, sino muy apacible y monumental. Me refiero a su plaza mayor, en el centro mismo de la ciudad, en el núcleo de lo que fue alguna vez una villa medieval y renacentista de considerables pretensiones, gobernada por familias como la de los Borja, emparentada con la corte papal de Roma y con la imperial de Toledo, y exportadora al por mayor de un producto, el azúcar, enormemente cotizado en aquel tiempo.

"La Plaza Mayor es el espacio urbano más equilibrado y con más gracia de la ciudad"
"Cenar al aire libre es un acto social y, en los pueblos valencianos, una costumbre inveterada"

La colegiata de Santa María, la Seu -como la llaman los gandienses, con alguna exageración- es testigo pétreo de aquellos esplendores. Construida en el siglo XIV, ampliada en el XV, dañada durante la guerra civil y restaurada después con poco acierto, la larga nave de la Seu, de un severo y elegante gótico catalán, con sus pesados contrafuertes y la jugosa armonía móvil de sus líneas, otorga a la plaza una nobleza serena. En tiempos, la Seu podía presumir de esculturas de Damià Forment y de un importante retablo de Pau de Sant Leocadi, entre otras obras de arte. Todo ello desapareció en 1936. Nos queda la limpia belleza de su traza y la asosegadora amplitud del espacio que aún ciñen sus poderosos muros. Se puede entrar en ella desde la plaza misma, a través de una portalada lateral abierta a media nave, que conserva una pequeña virgen de la Asunción, algo deteriorada, que parece bendecir a los visitantes con su media sonrisa. En otro de los lados de la plaza, el Ayuntamiento, de un correcto neoclásico, acaba de ofrecerle al conjunto una prestancia monumental muy conseguida.

La Plaza Mayor de Gandia es un remanso. Si duda, es el espacio urbano más equilibrado y con más gracia de la ciudad: arcadas, restaurantes, un pequeño jardín. La suma tiene un claro sabor italiano. Esa impresión se refuerza en las noches de estío, cuando se llenan las mesas de la plaza y tanto la gente de la ciudad como los afortunados visitantes que encuentran sitio libre cenan, se saludan y charlan por los codos, dejando que el tiempo se evapore. El de cenar al aire libre cuando se puede, por supuesto, es un acto social y, en los pueblos valencianos, una costumbre inveterada. Los restaurantes de la plaza no hacen más que actualizar una vieja tradición. Así, hacen posible que perviva.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tras un día tórrido como los que prodiga en verano nuestra tierra, de calor feroz y luz restallante, inmisericorde, crudamente africana, reconforta sentarse a perder el tiempo en esta plaza y ver cómo oscurece; sentir después la brisa fresca de la noche y observar el juego de la luz artificial. Los blancos faroles discretos del jardín y los focos que subrayan la monumentalidad y la belleza de los muros antiguos, los medievales y los dieciochescos. En un lugar así, hasta puede uno creer, por un momento, que nuestras ciudades históricas han sabido conservar, como las italianas, el sentido de la gracia y el de la amabilidad, simplemente para que los gocemos. Quizá la belleza esté más en los momentos que en las cosas, pero un lugar armonioso contribuye a saber apreciarla y a vivirla. En su sencillez, la plaza mayor centra la ciudad y la ennoblece.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_