La democracia española y los vascos
El autor aboga por un proyecto para Euskadi plural y sin terrorismo que le dé acomodo en un sistema federal en España y Europa.
El nivel afectivo de buen número de vascos hacia España puede alcanzar su punto crítico y terminar en un divorcio insuperable si continúan el proceso de degradación de la democracia española y las posiciones maximalistas y de confrontación del PNV y del PP. Lo cierto es que la idea de España del Gobierno Aznar retrae y provoca rechazo en muchos ciudadanos no precisamente nacionalistas.
El PP está provocando la ruptura de la ilusión por la democracia. Se percibe un Estado de Derecho enfermo y un sistema democrático contaminado desde el poder por la prepotencia de la derecha. Las consecuencias son la crisis de credibilidad del poder judicial, los excesos en las leyes que denominan básicas, las políticas reaccionarias en materia de educación, suelo y vivienda o inmigración, la paralización del Senado, la presencia impuesta de España en las guerras, el drama ecológico del Prestige o el fraude electoral en la Comunidad de Madrid. Y todo ello tiene efectos sociológicos especialmente nocivos en Euskadi.
El PNV está encantado de tener enfrente a un PP torpe que le engorda electoralmente
A lo anterior se suma la estrategia de división social y de frentismo que practica el PP en Euskadi, apoyándose en su teoría del "patriotismo constitucional" y en los Pactos por las libertades y la justicia que, instrumentalizados desde Moncloa, reflejan la difícil posición del PSOE ante la presión que ejercen algunos medios de comunicación al servicio de la derecha.
Pensando en el País Vasco, donde el terrorismo absolutamente condenable de ETA impide la necesaria evolución constitucional y donde el tradicional victimismo del nacionalismo vasco oculta su propia incapacidad para cohesionar el país y garantizar la vida de todos los vascos, sólo la profundización de la democracia en España y un funcionamiento del Estado que respete su identidad plural, permitirá alcanzar la armonía y una nueva lealtad constitucional entre las partes.
Pero seamos sinceros: el PNV está encantado de tener enfrente a un PP torpe que les prepara el discurso, que les engorda y subvenciona electoralmente. Ese mismo PP obsesionado por convertir al PSE-EE en un partido apéndice y domesticado hacia sus tesis. Que no repara en manipulaciones, lanzando infamias contra los alcaldes socialistas navarros, diciendo que en San Sebastián se quiere pactar con los amigos de los terroristas, y poniendo a Rodríguez Zapatero contra las cuerdas por tolerar al PSC.
Porque el PP utiliza los problemas de Euskadi en clave exclusivamente electoral para captar votos. Pretende hacernos comulgar con una lectura de la Constitución cerrada, centralista y convertida en arma arrojadiza. Todo ello con algún candidato a suceder a Aznar que basa todas sus opciones en un discurso frentista y busca la complicidad de algunos socialistas que en Euskadi parecen haber descubierto en él a su nuevo líder.
En este escenario ¿se puede esperar una mayor adhesión de los vascos a la idea imperante de España?. Ni tampoco es posible una ampliación del consenso constitucional 25 años después de su aprobación que permita cerrar una herida en Euskadi. Se trata de recuperar a los "vascos fronterizos", los que ocupan una posición central, que siendo quienes dan y quitan mayorías, ya comenzaron a distanciarse con los episodios repugnantes del Gal, Roldán, y los escándalos financieros y económicos acontecidos en la última década.
Lo mismo que otros ciudadanos, los vascos se sienten atraídos y fortalecen su sentimiento de pertenencia, su identidad plural, ante la España moderna que fue capaz de sacar adelante la Constitución, por encima de presiones militares y del rechazo de los dirigentes actuales de la derecha española, con un inicial espíritu abierto, dinámico y útil para avanzar y ensanchar los consensos. También provocó adhesiones la España que se lanzó con Cataluña a organizar la aventura de las Olimpíadas, o la línea del AVE para fortalecer Andalucía.
Mientras en España la democracia no avance con decisión, el nacionalismo vasco dispondrá de más argumentos para confrontar con el nacionalismo español desde posiciones soberanistas, olvidándose de la otra mitad del país y generando más división social e incertidumbres de todo tipo. Pero la respuesta del PSE-EE no debe ser crispada, sino cívica e inteligente, para poner en evidencia que el PNV contribuye también sustancialmente a desgarrar la sociedad vasca con planteamientos excluyentes, a la vez que conduce al Estatuto a un callejón sin salida porque no es capaz de proponer otro estatus negociado que amplíe el anterior consenso estatutario.
Vivimos bajo la derrota de la política convertida en una bronca permanente en la que el terrorismo, los cierres injustos de periódicos como Egunkaria, el cuestionamiento de instituciones vascas como la Universidad pública o el Parlamento, son aprovechadas para enquistar la situación y ganar poder político. Padecemos una judicialización de la política vasca que resulta inaguantable. Y conociendo la estrategia del PP por controlar el poder judicial, saco la conclusión de que resultará imposible que algún Tribunal de Justicia en España elabore un dictamen consultivo sobre los procesos autodeterministas tan digno para fortalecer la democracia, didáctico y demostrativo de lo que significa la lealtad federal como el aprobado por el Tribunal Superior de Justicia de Canadá para el conflicto de Quebec. A destacar que EL PAIS le ha dedicado varios reportajes de gran interés.
En mi opinión, en ese dictamen tenemos las claves para abordar con una "política innovadora" el problema vasco. Sin olvidar la necesidad de que a la manera del Gobierno británico con el conflicto del Ulster (y no pretendo establecer un paralelismo en las situaciones, sino defender actitudes) se prime la audacia y el diálogo entre las fuerzas políticas para encontrar soluciones para la paz y normalización política antes de que, parafraseando a Pascual Maragall, "España pierda definitivamente el Norte".
Créanme amigos lectores; no queda mucho tiempo. Entre quienes hoy acarician la suspensión de la autonomía vasca y antes abortaron el Plan Ardanza, contribuyendo a la deriva posterior de la política vasca, y los que, primero con el Pacto de Estella y ahora con el Plan Ibarretxe, ofrecen a la sociedad como salida sus postulados partidistas, existe un espacio amplio para una política innovadora y radicalmente democrática desde la izquierda que ilusione a una nueva mayoría de la ciudadanía vasca.
Deseamos otra forma de hacer política entre los partidos y los gobiernos, un Estado de Derecho que funcione democráticamente y un proyecto para una Euskadi plural y sin terrorismo, que le dé acomodo dentro de un sistema federal en España y Europa. Por supuesto, con un autogobierno reforzado, solidario y leal que responda a la voluntad de la gran mayoría de los vascos (expresada en su momento incluso en consulta) sin coacciones y en total libertad. ¿Nos dejarán ETA, PP y PNV? ¿Nos comprenderán los demás socialistas en España?
Odón Elorza es alcalde de San Sebastián
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