Reacción demócrata
Los demócratas han salido de su estupor y pasado a la ofensiva con críticas a Bush por su gestión de la crisis de Irak y el déficit presupuestario. Las elecciones de noviembre de 2004 pueden parecer lejanas, y sin embargo, la campaña ha empezado ya: Bush, para repetir en el cargo, y los candidatos demócratas, para ganar la nominación de su partido.
Hace tan sólo tres meses, los demócratas estaban prostrados, temerosos de que si criticaban a la Administración en plena guerra de Irak se les tachara de antipatriotas. Las mentiras y manipulaciones previas a la guerra están debilitando a Bush, y los demócratas han decidido explotar esa oportunidad. La posguerra le está resultando penosa a la Administración, con muertos a diario entre sus soldados, pese a haberse apuntado el tanto de haber acabado con la vida de los dos hijos más poderosos de Sadam, Uday y Qusay.
Los demócratas están actuando con inteligencia. De momento, le han robado a Bush la agenda de la seguridad nacional, acusando a la Administración de no hacer lo suficiente para impedir un nuevo ataque terrorista como el del 11-S. De hecho, la idea de un Departamento de Defensa Interior (Homeland Defense) surgió del senador Liebermann, candidato a candidato, que acompañó a Al Gore en el ticket demócrata de 2000. Con esta carta en sus manos, pueden lanzar otros mensajes, como el de la crítica del déficit, aunque en este terreno los demócratas están en dificultades: de momento, casi todos sus presidenciables están en el Congreso y aprobaron los capítulos de gasto esencialmente militar que les sometió Bush.
No es sólo la suerte de EE UU la que está en juego en las elecciones de 2004, sino la del mundo entero. Si un demócrata entra en la Casa Blanca, EE UU podría virar hacia un mayor multilateralismo, aunque la Administración de Bush haya dejado huella. Se diga lo que se diga, con Gore en la Casa Blanca el mundo sería hoy distinto.
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