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Columna
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Preludio para un otoño

No se trata de un preludio al piano que nos traslade a la dulzura apacible de una tarde otoñal tapizada de hojas secas. Es rock duro, sonidos para enervar, música compuesta para la puesta en escena final, gestos para el enfrentamiento. Rechazo a la Ley de Partidos; desacato por este motivo al Poder Judicial, acusándole incluso de comportamientos "mafiosos"; impago del Cupo, y, con la excusa, de nuevo, del euskera, manifiesto escándalo del nacionalismo, expresando así su simpatía hacia la organización ilegal, por la presión del Gobierno español y asociaciones de víctimas ante la organización del Tour por su acuerdo con Batasuna. Finalmente, calificación de "operación de propaganda" a la detención de los etarras en México.

Toda la trompetería está preparada para un otoño caliente, sin marcha atrás en el nacionalismo

Ante la inestabilidad política a la que hemos llegado, los empresarios están preocupados. Y no es para menos, todo constituye un serio factor para el debilitamiento de la economía vasca. Voluntariosamente, están dispuestos a mediar entre el Gobierno central y el vasco. No les falta una admirable ingenuidad al intentar mediar en una confrontación pensada para la ruptura. No les falta tampoco valor, pero quizás les falte observar que el desacuerdo en el Cupo, que entra con toda coherencia en la batería de desencuentros, constituye el elemento fundamental para que la apariencia del desencuentro sea total, para que en septiembre Ibarretxe entre en escena con su solución mediante el diálogo. Es decir, para que pueda presentar su propuesta en un ambiente en el que la opinión pública sea proclive a asumir, visto lo que ocurre, que el Estatuto definitivamente no sirve. Se meterían en un avispero.

Es verdad que en esta confrontación hay quien es más responsable que otros y que al PP no le falta cierta razón al criticar la actitud de los empresarios de no denunciar a los responsables que parece adoptar el empresariado vasco. Pero hay en ella un componente de compromiso y un aspecto constructivo que se echa de menos en otros sectores de la sociedad y que es de agradecer. Porque no se conforman con exclamar "¡qué barbaridad!", sino que intentan, a pesar de todo, buscar una solución aceptando como un reto la situación a la que nos han llevado, especialmente los que quieren romper con el marco político-jurídico. Si el resto de la sociedad vasca reflexionara sobre esta inestabilidad, y adoptara una actitud ante la misma, no seríamos una sociedad insensible, enferma, y tan fácil de conducir por estrategias perturbadoras.

Toda la trompetería y la percusión están preparadas para un otoño caliente en lo político, sin marcha atrás en el nacionalismo y sin la posibilidad de mínima asunción de sus propuestas por parte de los partidos no nacionalistas. La imposibilidad de que sean atendidas las nuevas reivindicaciones nacionalistas constituiría su presentación, un hecho tachado de irresponsable en cualquier país serio democrático; pero que aquí moviliza a un amplio sector de la sociedad y sigue, hasta la fecha, produciendo réditos electorales. La irresponsable atracción de lo imposible hace necesario el prejuicio sobre la reflexión, la consigna sobre la argumentación, el sectarismo frente al respeto al adversario, el interés del grupo sobre el interés general. En este contexto, no nos extrañemos que el terrorismo no desaparezca por mucho éxito policial que se produzca.

Desde hace años el público del Atlético de Madrid tiene la fama de ser el más sectario y agresivo de todos los públicos de los campos de fútbol de la Liga española. Pero ese club ha sacado un spot televisivo, el del miliciano y el del nacional, que supone todo un canto al humanismo y a las cosas que unen a las personas normales a pesar de una guerra civil. Por muy difícil de creer que sea la anécdota que describe este anuncio publicitario, si el Athletic o la Real fueran capaces de hacer algo parecido significaría que esta sociedad es normal.

Aquí, en Euskadi, a pesar de todo, no va a pasar nada; es decir, el nacionalismo no va a mover el mojón del actual marco político ni un metro. Sin embargo, el nacionalismo seguirá echando elementos de victimismo y de agravio a la caldera del enfrentamiento hasta que la gente se canse de eso.

El nacionalismo no ha medido sus posibilidades ni la exageración de sus propuestas, y como el Estado no se va a disolver para dar cabida a sus pretensiones, el menor gesto de firmeza disolverá tamaña reivindicación. Y todos los trompeteros de la ruidosa puesta en escena del plan Ibarretxe se irán con la música a otra parte.

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