La búsqueda de las armas de Sadam está sumida en el caos
Los equipos denuncian carencias de su misión
Sobre el papel, los planes del Pentágono para hallar en Irak armas no convencionales era audaz y original. Cuatro equipos móviles de exploración, llamados MET, cada uno compuesto por alrededor de 25 soldados, científicos y expertos en armas de distintos departamentos del Pentágono, se empeñarían en rastrear unidades y fuerzas de combate sobre el campo. Buscarían en 578 "sitios sospechosos" de almacenar componentes químicos, biológicos y nucleares.
La Administración de Bush hizo repetidas veces mención a ellos para justificar la guerra. El Pentágono, por su parte, dijo que los buscadores de armas tendrían todo cuanto necesitasen, desde helicópteros a todoterrenos, por si el clima hiciera imposibles las telecomunicaciones.
La realidad, sin embargo, es caos, desorganización, feudos entre departamentos, disputas entre varias unidades militares y recortes de todo: desde la gasolina a la sopa. Esto sucede en la posguerra, en la que en teoría todo debería encaminarse a la búsqueda de evidencias de las supuestas armas iraquíes no convencionales.
A día de hoy, sigue siendo una incógnita si Sadam Husein poseía o no semejantes armas cuando comenzó la guerra. Es el mayor misterio y un tormentoso problema político para el presidente George W. Bush. Su Administración ha solicitado paciencia y expresado su convencimiento en que aún se encuentre algún arma. Otros piensan que, a medida que pasa el tiempo, es más improbable.
Entrevistas con soldados y oficiales del Gobierno en los últimos tres meses explican por qué la búsqueda ha producido tan escasos resultados. Los errores son lo suficientemente graves como para que los buscadores hayan pasado por alto armas o sus componentes, en caso de que las hubiera. Algún participante dice que la Administración de Bush se basó en un erróneo concepto para planificar y conducir la búsqueda. Dicen que los planificadores asumieron que las armas químicas o biológicas se utilizarían contra las fuerzas estadounidenses a campo abierto, probando así su existencia al mundo. O asumieron que si tales armas no eran utilizadas, pronto serían halladas. Pero cuando llegaron a los "sitios sospechosos" no había nada.
El capitán J. Ryan Cutchin, líder del equipo conocido como MET Bravo, dijo que "a menudo" se tardó mucho en alcanzar los sitios, lo que "puede hacer que nunca sepamos lo que allí había o si fueron simplemente saqueados por miembros del partido Baaz disfrazados de saqueadores o si se desplazó lo que contenían".
Un veterano oficial del espionaje iraquí, una fuente que algunos de los buscadores de armas consideran su más alto hallazgo, dijo que Sadam destruyó sus armas químicas o biológicas hasta una semana antes del fin de la guerra.
Varios oficiales aseveran que rivalidades burocráticas son culpables parciales del fracaso. No hubo química entre la CIA y la DIA (Agencia de Inteligencia de Defensa), pero hubo discusiones entre unidades de buscadores de armas del MET y sus comandancias; más aún, algunos apuntan que fuerzas de las Operaciones Especiales alejaron fuentes iraquíes potenciales con redadas nocturnas y otras tácticas disuasorias.
Recelos del Pentágono
Lo que subyace a estos problemas, según afirman soldados y expertos, es el hecho de que el Pentágono recelaba de hacer prioritaria la misión en tanto en cuanto la arriesgada toma de Irak no se hubiera producido.
A mediados de junio, los buscadores de armas habían entrevistado sólo a 13 científicos de entre alrededor de 200 personas que el Gobierno tenía apuntadas en la lista negra de "objetivos de alto valor" o entre los miles de iraquíes de nivel medio de la conocida como lista gris. En conjunto, esas personas podían haber tenido un extenso conocimiento del programa no convencional de armas iraquí.
Sólo después de que la Administración se abrasara bajo el fuego político por su fracaso a la hora de encontrar las armas y fuera acusada de distorsionar los informes para justificar la guerra, la Casa Blanca nombró a David Kay, un antiguo inspector de armas internacional y enviado de la CIA, para dotar de nuevo vigor a una fuerza que ya había sido reestructurada. El nombramiento respondía a las críticas de algunos analistas que destacaron que el Pentágono cometió el error de poner a cargo de una brigada de artillería de campo -de reconocida falta de flexibilidad- la responsabilidad de la búsqueda.
El plan para la búsqueda, diseñado principalmente por el Comando Central estadounidense en Tampa (Florida) con la DIA, puso mucho énfasis en la búsqueda de lugares, pese a que ya en septiembre, sus planificadores concluyeron que la llave para el éxito residía en reclutar iraquíes de los que se sospechara que habían estado envueltos en programas de armas no convencionales.También acordaron que un buen respaldo financiero y otros incentivos, como tratamientos indulgentes, debían ser ofrecidos para inducirles a cooperar y propusieron que antiguos inspectores de la UMSCOM, especialmente aquellos que habían interrogado a iraquíes relacionados con el programa, deberían ser tenidos en cuenta para la búsqueda.
La realidad es tozuda: la actual fuerza de búsqueda no tiene ningún inspector y muy pocos analistas que conocieran Irak o su programa armamentístico. Ningún incentivo financiero para cooperar fue ofrecido hasta fechas muy recientes. Además, el número de equipos MET se redujo de cuatro a dos antes incluso de que la guerra hubiera terminado.
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