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Los jóvenes ante la globalización

Mis muchos años de docencia en ESADE me dan el privilegio y la oportunidad de mantener contacto continuado con los jóvenes. Este contacto me ha enseñado que su ilusión y su actitud abierta de que "todo es posible" los convierte en verdaderos motores de todos los cambios.

Y ahora vivimos en un mundo especialmente lleno de cambios. Cambios que se producen de forma muy rápida y se continuarán produciendo a un ritmo cada vez más vertiginoso y a escala planetaria. La globalización no ha hecho más que mundializar esta dinámica, y los progresos tecnológicos han acentuado su velocidad. Pero precisamente cuando hay cambios es cuando se generan las oportunidades. Y, como decía antes, los protagonistas principales de este proceso, y por tanto los gestores y beneficiarios de estas oportunidades, son, qué duda cabe, los jóvenes.

Ser solidario es más que una actitud moral, es una necesidad para que el mundo pueda continuar latiendo

En este entorno mutante, caleidoscópico, a la gente joven se le abre un panorama a la vez complejo y estimulante. En este nuevo contexto en que la globalización y el replanteamiento del modelo social europeo son dos fenómenos que se dan de forma paralela y simultánea en el tiempo, reforzándose mutuamente, su primer gran reto es tener que adaptarse a un nuevo paradigma menos protector, menos seguro pero a la vez mucho más abierto; un paradigma en muchos aspectos mucho más darwinista. Claro que esta adaptación no será nada fácil, porque nada importante lo es; pero gestionándola de forma adecuada, estoy seguro de que los jóvenes serán capaces de convertir en oportunidades los retos que en el camino se les irán planteando.

Pero ¿cuáles han de ser las actitudes necesarias para hacer frente con éxito a estos complejos cambios que se están produciendo de forma tan acelerada? Para mí deben ser: respeto a la diversidad, flexibilidad, ambición, capacidad de análisis y corresponsabilidad.

De entrada, hay que tener una actitud abierta, aprender a valorar la diversidad. Si la ciudad de Nueva York es, sin lugar a dudas, el cuerpo social más dinámico del planeta, pienso que su dinamismo le viene dado por la riqueza de la enorme diversidad de personas que integra. Hay que ser generosos, sin por ello dejar de ser exigentes, con los recién llegados que aspiran a integrarse en un mundo que, sin duda, se les ofrece como mejor, pero a la vez extraño e inhóspito, y aun a veces claramente hostil. No olvidemos que, en la década de 1960 (años llamados "felices"), tres millones de españoles fueron inmigrantes en la Europa del norte, más avanzada; y que sin duda nuestros antepasados lo fueron también en alguna ocasión, y en muchos casos probablemente nuestros propios padres o abuelos han conocido esta experiencia.

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Por otra parte, hay que ser flexibles para saberse adaptar a los cambios. Los cambios son, desde luego, inciertos por definición, y pueden incluso causar temor, pero siempre son fuente de oportunidades para los que están más atentos. También hay que fijarse objetivos ambiciosos; ya decían los antiguos que "la fortuna ayuda a los audaces". Hay que ser, además, muy perseverantes en su seguimiento y consecución porque nada importante se obtiene sin esfuerzo. Pero también hay que ser analíticos, sabiendo formularse en cada caso las preguntas más relevantes, para que esas mismas preguntas proporcionen información útil para obtener las respuestas.

Desde luego, hay que tener iniciativa, sin esperar constantemente que alguien nos diga lo que hay que hacer. Especialmente, no hay que esperar que papá Estado" nos resuelva los problemas. Esta actitud es especialmente importante en estos momentos en que cada vez parece más evidente la necesidad de dar una nueva dimensión al Estado de bienestar.

No hay que olvidar que los problemas, normalmente, están en uno mismo; pero las soluciones también. Si se quiere mejorar las cosas, hay que empezar por mejorar uno mismo. Aquél que piensa y actúa como si los problemas fueran siempre externos no se da cuenta de que él mismo es, en realidad, el problema. No se trata de no tener espíritu crítico, todo lo contrario; pero hay que decidir si se quiere formar parte del problema o bien ser parte de la solución.

Los jóvenes, hoy, tienen enfrente un mundo mucho más abierto y lleno de oportunidades. Hoy es posible estudiar y trabajar en el extranjero con mucha más facilidad que hace unos pocos años, hoy es posible viajar y aprender idiomas fácilmente, hoy es posible trabajar en empresas multinacionales sin moverse del país... Vivimos en un mundo con problemas, pero son unos problemas muy diferentes a aquellos a los que se enfrentaban las generaciones anteriores, incluida la mía propia. Pero estoy firmemente convencido de que, si no nos volvemos todos locos, será un mundo mejor. También los jóvenes son mejores, están mejor preparados y continúan con ganas de influir en el mundo, de transformarlo para hacerlo mejor, más habitable, más sostenible, más digno, más libre, más justo.

No soy quién para dar consejos a nadie, y menos a esos jóvenes que ni me los piden ni tal vez los necesiten. Pero no puedo evitar darles uno, uno solo: sed solidarios, porque en el mundo actual ser solidario es más que una actitud moral: es una necesidad para que este nuevo viejo mundo pueda continuar latiendo, globalmente, para todos. Pero no olvidéis que, para ser verdaderamente solidarios, debéis ser también eficientes en vuestro trabajo. Nadie puede ser solidario desde la ineficiencia.

Adolf Todó Rovira es director general de Caixa Manresa y profesor de ESADE.

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