¿Agricultura coherente?
Tras el acuerdo sobre la nueva Política Agraria Común (PAC) es hora de abandonar los lugares comunes y de entrar a fondo en las consecuencias,más negativas de lo que se ha dicho.
Se acaba de cerrar la reforma de la Política Agraria Común (PAC), comenzando lo que algunos medios han calificado, no sin razón, como una nueva era para la agricultura europea. Es la hora de las valoraciones, que no de las improvisaciones; del análisis de consecuencias, que no de los lugares comunes, y, en definitiva, del acercamiento a la realidad, abandonando los efectos seductores que algunas palabras producen en quien las escucha o las lee.
Veamos. Hay un importante consenso en que la reforma incentiva la calidad y no la producción de excedentes agrícolas. Por ello sería plausible pasar de ayudar a la producción a ayudar a la explotación desvinculándose de la primera. ¡Vaya por Dios!, aparecieron los dichosos excedentes y sus correspondientes montañas de cereales, carnes...
¿Cómo se justifica que se dé más al que tiene más para ayudar a expulsar al que tiene poco o nada?
Pues bien, ni la ayuda en cereales ni en vacuno es ilimitada por producción, ya que ambos sectores están techados en superficies o animales con derecho a ayuda, y, por tanto, no hay montañas de excedentes. Sin embargo, la ayuda sí está ligada a rendimientos en cereales y al número de animales en vacuno. Conclusión: recibe más ayuda quien tiene rendimientos más altos, de modo que un cerealista centroeuropeo, con unos costes unitarios más bajos que un español que trabaja en el extenso secano peninsular, recibe cuatro veces más ayuda.
La UE no tiene excedentes en estos sectores, porque los penaliza, pero concede una ayuda pública al agricultor con mejor posición en el mercado. Consecuencias: el agricultor de bajo rendimiento o de pequeña dimensión es expulsado por el mercado, y aquí es donde surgen las preguntas centrales de la reforma: ¿Cómo es posible que con presupuesto público se apoye comparativamente más a las explotaciones con mejor posición en el mercado por su estructura de costes? ¿Acaso la política de cohesión no se aprobó como compensación a los efectos del mercado único? ¿Cómo se justifica que se dé más al que ya tiene más para ayudar a expulsar al que tiene poco o nada?
La respuesta, aunque tardía, es que si en la nueva PAC el mercado tiene más importancia para la renta de la agricultura europea, la ayuda debe compensar esos efectos y dirigirse a las poblaciones y los territorios más afectados, para preservar el medio ambiente sin desiertos humanos, para favorecer un desarrollo rural no sólo paisajístico y de disfrute urbanita; para vertebrar un país diverso, en el que las condiciones del suelo y el cielo no permiten aplicar una única receta, ni la misma vara de medir las oportunidades, ayudas, mercado y competitividad. El ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, lo recogía en su propuesta inicial: una ayuda lineal de 50 euros por hectárea en zonas desfavorecidas. Esa propuesta no está por ningún lado.
El 12 de junio, en plenas negociaciones, Cañete declaraba que apoyaría el acuerdo franco-alemán "si conviene a Francia, que tiene una posición similar a la española". Y fue el país galo quien bloqueó la reforma hasta que el comisario aceptó no modificar el precio de intervención (precio mínimo) de cereales, cuando en su propuesta se establecía una reducción del 5%. Esto lo ha conseguido Francia porque quiere mantener una posición de liderazgo con una garantía mínima de precio para sus producciones. Gana dos veces: en el mercado, con precios mínimos altos y alta productividad, y en la ayuda, proporcional al rendimiento.
Valga una reflexión añadida: mientras que no hay precios de intervención en ningún sector agrícola mediterráneo, se mantiene en cereales y no se modifica su cuantía. Tendrá algo que ver que las ayudas directas a los cereales, más el vacuno y leche, representan el 81% del total en Francia, el 83% en Alemania y tan sólo el 44% en España.
La siguiente palabra seductora a la que debemos desnudar es la simplificación "burrocrática" (no es un error). El comisario Fischler asegura que habrá una sola ayuda por cada explotación. La reforma, sin embargo, genera tres sistemas de tramitación donde antes había uno. El desacoplamiento parcial significa que convivan el anterior sistema y el nuevo. Ya llevamos dos. Y el tercero es la cesión al Estado miembro de elegir entre distintas opciones en el desacoplamiento parcial. Dado que las competencias agrarias en España son exclusivas de las comunidades autónomas, la complejidad del sistema se multiplica por 17. En definitiva, que el agricultor estará más rodeado de papeles que de trigales.
La tercera seducción es que la reforma acaba con el fraude y los cazaprimas. Pensemos. Si la carga burocrática es mayor y también mayores las opciones de aplicación, ¿por qué pensar no ya que desaparecerá, sino que disminuirá el fraude? Pero, sobre todo, el fin de los cazaprimas parece poco menos que un espejismo. Fischler, en julio de 2002, propuso que ningún productor pudiera recibir más de 300.000 euros al año, para después promover políticas de desarrollo rural. El resultado es que este lujoso club va a mantener el statu quo. Luego, valga la presente para felicitar a la duquesa de Alba por su desacoplamiento particular, que le permitirá seguir recibiendo cientos de miles de euros por ser "agricultora".
Con relación a otras palabras seductoras, sólo dos reflexiones prosaicas. Primera: el sector avícola (intensivo) o el porcino (más intensivo) no reciben ayudas, se mueven sólo por las señales bondadosas del mercado. Segunda: en el sector del vacuno hay que distinguir entre el sector de producción de terneros (cornisa Cantábrica) con el de cebo (Cataluña). ¿Quién está contento con la reforma? El de cebo. ¿Qué actividad es la intensiva? ¿Producir animales en los pastos del Norte o engordarlos en el menor tiempo posible en una nave industrial?
La quinta seducción es que, por fin, tenemos una PAC que "ayuda al tercer mundo". Veamos. La UE, en valor monetario recibe importaciones de países no desarrollados en una cuantía de 37.761 millones de dólares, cantidad que es casi coincidente con la suma que importan EE UU, Australia, Japón y Canadá. La apertura de fronteras de la UE es la mayor del mundo desarrollado. Pero debe aumentar y eliminar las ayudas a la exportación, que en España representan un 3%, y en Francia, un 23%.
Ahora bien, el desarrollo económico de los países pobres no depende fundamentalmente de la apertura total de las fronteras. Así lo expresa el FMI cuando afirma que, eliminando la PAC, el crecimiento de los países en vías de desarrollo sería sólo del 0,5% de su PIB. El problema estriba en confundir la desnutrición con el comercio y no con la pobreza. Sólo un dato esclarecedor: cuatro grandes empresas multinacionales agrupadas en dos grupos con sede en EE UU controlan el 82% del mercado mundial de semillas. ¿Liberalización o monopolio? ¿Quién gobierna esto?
Añado un presagio. La parte en el que se habla de disciplina financiera (antes degresividad), ¿será el mecanismo para nuevos recortes que financien más reformas o las demandas de los países de la ampliación? No hay que confundir el continente con el contenido. Alegría y que siga la fiesta de la confusión.
Fernando Moraleda Quílez es secretario general de UPA.
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