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Crítica:CRÍTICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tristes tópicos

De un tiempo a esta parte, desde que no sólo el cine cubano, sino el conjunto del país viven instalados en una persistente crisis económica, se han popularizado las coproducciones, en una relación que suele basarse en el provecho mutuo: Cuba pone las infraestructuras, algunos actores y los técnicos, y los extranjeros, el resto de los actores, el dinero para el laboratorio y la posproducción. Lo saben muy bien españoles y mexicanos, que llevan años practicando esta política, y lo empiezan a saber también gentes de otras latitudes: en el caso que nos ocupa, italianos.

Pero si desde los días de la colonización española los tópicos sobre el supuesto carácter peculiar de los nativos han inundado la literatura con lugares comunes desafortunados, el cine amenaza con convertirlos en verdades incontrovertibles. Buen ejemplo de ello se encuentra en esta Malabana, presentación de un cineasta desconocido, Guido Giansoldati, que, si bien presenta algunas características sorprendentes, no deja lugar a dudas respecto a que sus responsables no están dispuestos a prescindir de algunos de los más acendrados tópicos sobre la isla y los isleños. Por qué los coproductores cubanos lo consienten es algo que escapa por completo a la comprensión de este cronista.

MALABANA

Director:Guido Giansoldati.
Intérpretes: Fabio Sartor, Silvia Águila, Luis Alberto García, Víctor Molina, Lorenzo Castillo, Noli Castillo.
Género: drama criminal, Cuba-Italia, 2001.
Duración: 95 minutos.

Novedades: como su propio nombre indica, el filme se centra, y es ésta una curiosidad, en los ambientes de la mala vida habanera, tan prolífica antes de la Revolución, tan oculta después, aunque no haya dejado de existir, ni mucho menos. Así, la peripecia del filme tiene que ver, nada más ni nada menos, con un paquete de cocaína que, como la falsa moneda, va de mano en mano, sin detenerse demasiado tiempo en ninguna. Este eje de la trama se ve entrecortado por otro, el intento de un ex militante, suponemos, de extrema izquierda, cuya familia, italiana y mafiosa, para más complicación, ambiciona recuperar un valioso jarrón que le pertenecía, perdido desde antes de 1959.

Y como si todo esto fuera poco, entre los varios actores que se mueven por el relato figuran también un viejo homosexual italiano, su novio, un mulato bailarín; un antiguo amante de éste, recién escapado del penal; un celador del museo que cobija el jarrón; una fogosa bailarina clásica en paro y, uf, en fin, una serie de hampones dispuestos a todo para hacerse con el rico botín, uno de ellos acompañado de una rubia que sirve exclusivamente para fines decorativos.

Lo que queda

Pero, más allá de la notoria impericia que demuestra Giansoldati para hacer avanzar el complejo entuerto, más allá incluso de lo inverosímil de la mayor parte de las situaciones -lo que habla de un pésimo guión-, lo que al final queda en la memoria del espectador es un país en el que hay más homosexuales por metro cuadrado que en el resto del mundo, más hampones que en Moscú o Nueva York, y en el que las mujeres parecen siempre dispuestas a satisfacer (sexualmente, claro) al primero que llega... por no hablar ya de lo botarates que resultan los hombres, de lo correctos que son los policías y otras lindezas por el estilo que ayudan a dar al traste con el menor atisbo de interés de esta película decididamente prescindible.

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