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VISTO / OÍDO
Columna
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Secuaces

¿Qué va a hacer Bush con Irán? No encuentra pruebas de que Nigeria le haya enviado uranio para sus bombas atómicas imaginarias. Tampoco estoy seguro de que necesite esas pruebas. Ni tiene que inventarlas, como se hacía antes, cuando los criminales totalitarios fingían juicios o hacían guerras fingiendo amenazas. Aún Carrero Blanco tenía en su mesilla el día que voló un ejemplar de Los siete sabios de Sión, que desde hacía muchos años se sabía que era una falsificación de las que sirvieron para asesinar millones de judíos en Alemania, como El judío internacional, de Henry Ford. Hay voces en ese mismo Irán demonizado que exigen la construcción real de armas atómicas: pero parece que no pueden. No tienen medios. La bomba, dicen, serviría para protegernos, como protege a Corea del Norte: los países a los que se amenaza y arrasa son, precisamente, los que no tienen armas de destrucción masiva.

Imaginemos el escenario: Bush sigue adelante por el camino verbal que conocemos, se reúne con los otros chicos en Azores o donde sea, sepulta al Consejo de Seguridad, secuestra a Kofi Anan, Aznar se enardece -¡qué bien lo hace! ¡cómo saca el pecho!-, y allá van los soldados de quienes sean a Irán, en defensa de la civilización occidental. Mi pregunta es: ¿Saldrá otra vez España a la calle?

Un enigma. Muchos dicen que para qué, si no consiguen parar la guerra. Lo que me pregunto es si la inutilidad inmediata es suficiente para abandonar la causa o, por el contrario, incita a dar un par de pasos adelante aunque luego se tenga que dar un paso atrás, como decía Lenin -con perdón de Tamayo y Sáez-; para esperar los otros dos pasos.

No lo sé. En verano es difícil: nadie va a perderse sus vacaciones, y el calor es peor que la lluvia para la conciencia proletaria. El enigma se debe a que veo con qué tranquilidad se acoge el gran escándalo de nuestro siglo, el escamoteo de los votos de Madrid, la burla de la democracia, la forma judicial y fiscal de ver el asunto, la manera de culpar a las víctimas. A esta última y descabellada conclusión, que no dejan de clamar ni un solo día los del PP y sus secuaces, debe haber quien se sume sólo para no tener que protestar. Y no sé si por miedo. Sabiendo hasta qué punto se puede llegar de infamia en la vida política, más vale que uno no se arriesgue a enfadar a esta gente.

(Secuaz: que sigue el partido, doctrina u opinión de otro).

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