Mala educación

Como ciudadana de la Comunidad de Madrid, quiero dejar constancia de la repugnancia sentida ante el bochornoso espectáculo que nos ofreció por televisión, en vivo y en directo, la señora Esperanza Aguirre con motivo de la ceremonia de investidura del candidato Rafael Simancas el pasado 28 de junio.

Independientemente del tema de fondo, tan triste y tan tremendo, todos los telespectadores tuvimos la oportunidad de presenciar el deplorable comportamiento de la señora Aguirre mientras el candidato a la investidura o la portavoz del Grupo Socialista, Ruth Porta, hacían uso de la palabra en el estrado.

Gracias a la generosidad de las cámaras, todos los espectadores fuimos testigos del bochornoso espectáculo que la señora Esperanza Aguirre nos deparó: todo un alarde ininterrumpido y frívolo de absoluto desprecio hacia sus colegas del Grupo Socialista, dando la espalda a los que hablaban en el estrado, sin parar de hablar y enredar con sus amiguetes y asistentes, removiéndose en el asiento, manipulando y discutiendo notas con sus asesores, gesticulando al orador de manera impropia del cargo y del recinto... Claro, que los sufridos telespectadores ya sabemos mucho de estas artimañas (tácticas o estrategias, como se quieran llamar). Sabemos que todo responde a un montaje para romper las reglas del juego, para neutralizar y desconcentrar al "enemigo" mientras está en el uso de la palabra.

En fin, todo un ejemplo elocuente de lo que no se debe hacer nunca dentro de la más elemental normativa de educación y que la señora Esperanza Aguirre parece desconocer, a pesar de haber sido -¡oh, paradojas de la vida!- ministra de Educación.

Otra vez más la realidad supera con creces a la ficción (me refiero a los muñecos del guiñol).