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Un vía crucis de más de diez años

Miquel Noguer

La inauguración de la primera fase del nuevo hospital de Sant Pau pone fin a más de diez años de promesas, retrasos y desacuerdos institucionales que estuvieron a punto de lastrar el proyecto y, de paso, la buena imagen del centro.

A mediados de los ochenta ya era un hecho que los magníficos pabellones diseñados por Lluís Domènech i Montaner eran el lugar ideal para un museo o un centro cultural, pero no para un hospital de más de 600 camas.

El hospital ofrecía y sigue ofreciendo una calidad asistencial reconocida en todo el mundo, pero sus majestuosos jardines y pabellones, tan agradables para visitantes y entusiastas del modernismo, son un auténtico engorro para médicos y pacientes.

"Debe de ser el único hospital de Europa que necesita una ambulancia para trasladar a los pacientes de un servicio a otro", solía recordar el ex gerente Joaquim Esperalba.

Por ello se apostó por la renovación total, aunque pudiera suponer una carga más para un hospital líder en prestigio, pero también en déficit. Para evitar castigar más las arcas de la institución, la Muy Ilustre Administración, el tradicional gestor del hospital, dio entrada a la Generalitat en 1990 a cambio de que la Administración autonómica accediera a financiar las obras de un nuevo hospital. Diez años más tarde, en 2000, comenzaron las obras, todavía con claroscuros sobre el sistema de financiación.

Sin embargo, cuando los trabajos acaben Sant Pau podrá presumir de ser uno de los hospitales más modernos del mundo, con un sistema electrónico de consulta de historias y unos quirófanos que le permitirán competir con los principales centros de cardiología.

Al lado de estas instalaciones, los pabellones modernistas seguirán en pie, reformados y con usos académicos. Serán la imagen para el recuerdo de una obra de arte que también fue un hospital.

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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