_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El teatro catalán y la foto pendiente

El pasado día 11 de junio, en el Espai Brossa de Barcelona, tenía lugar la entrega del Premio ADB a Francesc Nel.lo, impulsor en los setenta del Grup de Teatre Independent (GTI), dramaturgo reconocido y profesor del Institut del Teatre durante tres décadas. Con este premio, los anciens copains de la extinta Agrupació Dramàtica de Barcelona (ADB), encabezados como siempre por Frederic Roda padre, vienen distinguiendo periódicamente a personas que han desarrollado una labor destacada en el teatro catalán. En esta ocasión, se celebraba además una doble conmemoración: los 50 años de la creación de la ADB y los 40 años de su clausura por orden gubernativa.

El acto comenzó con una documentada glosa de Jordi Coca sobre la trayectoria de la ADB. Nos contó cómo, en la más negra de las atmósferas, aquellos hombres y mujeres pusieron en pie a Shakespeare, Claudel, Anouilh, Ionesco, Goldoni, Poe, Chéjov, Brecht, Labiche, Strindberg, Dürrenmatt... Y a Rusiñol, Maragall, Sagarra, Carner, Oliver, Villalonga, Espriu... Y, lo que es más meritorio, dieron la alternativa a unos jóvenes y desconocidos Joan Brossa, Manuel de Pedrolo, Maria Aurèlia Capmany, Blai Bonet, Baltasar Porcel... Lo hicieron con casi todo en contra, asumiendo la responsabilidad de una continuidad en grave riesgo y con la osadía, no ya de velar al moribundo, sino de sentar para él unas nuevas bases de futuro. Ejercieron, desde el exilio interior, como un auténtico teatro nacional.

Se habían juntado buena parte de los 'evangelistas' y 'apóstoles' del teatro catalán, y no tendríamos ni una sola imagen de ello

En los sesenta, tomaría el relevo la memorable Escola d'Art Dramàtic Adrià Gual (EADAG), dirigida por Ricard Salvat y animada por Maria Aurèlia Capmany, en la Cúpula del Coliseum, donde Alexandre Cirici Pellicer trataba de poner en pie nada menos que una Bauhaus catalana. La EADAG supondría un salto cualitativo en la trayectoria iniciada por la ADB, con la creación del primer marco docente que, en sintonía con las líneas más innovadoras del teatro europeo, alimentaría el florecimiento del teatro independiente, que tomaría cuerpo en los sesenta y los setenta.

El relevo de la EADAG, en los setenta, correría a cargo de la joven generación que, en torno a Herman Bonnin, se haría con las riendas del vetusto Institut del Teatre y haría renacer en él su voluntad primigenia de sedimentación de las bases del teatro catalán y de fomento de la innovación, cosa que lo convertiría en la institución clave que ha sido en las décadas posteriores. Los mencionados Jordi Coca y Francesc Nel.lo corresponden a esa generación.

Después de Coca, tomó la palabra Jordi Sarsanedas, otro de los principales impulsores de la ADB, con una personal evocación sobre aquella experiencia. El acto culminaba con una hermosa semblanza de Francesc Nel.lo, a cargo de Herman Bonnin, que entregaría el premio y al que seguirían las palabras del premiado.

Para finalizar, se pidió a los anciens-ADB presentes que se añadieran a la escena. Y en unos momentos se formó una constelación rutilante, que resumía el extraordinario proceso de refundación del teatro catalán desde la más profunda posguerra hasta la transición democrática: entre otros, estaban Frederic Roda, Jordi Sarsanedas, Ricard Salvat, Herman Bonnin..., además de Francesc Nel.lo y Jordi Coca, en representación de la generación de la transición. Por unos instantes, esperé el estallido glorioso de los flases. Pero nada. Enseguida me di cuenta de que no había una sola cámara fotográfica en la sala. Ningún diario había mandado prensa gráfica. Y ninguno de los implicados había pensado en la foto. No iba con ellos. En su tiempo, el trabajo y el empeño colectivo corrían,

por lo general, ajenos a las fotos.

Quedé algo triste. Se habían juntado, muy excepcionalmente, buena parte de los evangelistas y apóstoles del nuevo testamento del teatro catalán, escrito durante la larga travesía del desierto, y no tendríamos ni una sola imagen de ello. Me embargó una sensación a la vez de deuda y de culpa: de deuda por lo que habían hecho y por cómo eran, y de culpa por no haber pensado yo en la maldita cámara fotográfica.

En el fondo, la anécdota es una metáfora de lo que viene sucediendo en este país nuestro de manera incomprensible, respecto a ellos y respecto al teatro de esos años cruciales. Devoramos, a ritmo de indigestión, novedades interesantes, modas inconsistentes, repertorio propio antiguo, mientras que ignoramos el repertorio de esas décadas que están en la base de cuanto somos. Mientras, nadie menor de 30 años ha visto jamás Primera història d'Esther, por poner un ejemplo. Mientras, Manuel de Pedrolo, Maria Aurèlia Capmany, y tantos otros autores teatrales de los cincuenta, sesenta y setenta permanecen en la clandestinidad. "Los autores de ese periodo", decía Coca, "parecen no haber existido nunca y su teatro duerme en un letargo inexplicable".

Paradójicamente, cuando se dio la excepción y Josep Muntanyès programó Ronda de mort a Sinera, en el nuevo Lliure, el público consumió el calendario a teatro lleno. ¿Qué ocurre pues? ¿A qué viene tanta desmemoria? ¿Puede este país pequeño permitirse semejante lujo? ¿Está la clave en algún designio poderoso que ejerce el anatema desde la sombra? ¿O será que estamos aún en la adolescencia y no somos capaces de reconocernos en nuestros padres, ni tan sólo de procurarnos una foto suya para la repisa?

Jordi Font es director general del Institut del Teatre

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_