La hora de Francesc Pujols
Mi buen amigo Ramon Felipó, el carlista del barrio, como cariñosamente le llamamos en casa, me ha hecho llegar un ejemplar de Hiparxiologi o ritual de la religió catalana, de Francesc Pujols (Llibres de l'Índex), acompañado de estas líneas: "Aquest és un llibre genial. Tenim un país una mica sonat, ja que ha estat inèdit més de 50 anys". Unos días antes, me había llegado por correo el número 3 de Tot Pagat, el boletín de la Associació Francesc Pujols, en el que se solicita al Ayuntamiento de Barcelona que bautice con el nombre de Francesc Pujols la plaza adyacente al Ateneo Barcelonés (hoy plaza de la Vila de Madrid), "àgora o fòrum des d'on Pujols va sembrar a lloure els seus ensenyaments".
Se escribe, pues, se habla de Pujols, y uno se pregunta si no se tratará de una moda pasajera a la que tan aficionada es la burguesía catalana. El señor Joaquim Auladell, responsable, con Joan Crexell, de la edición del Hiparxiologi, no parece entenderlo así. Según dicho señor, "l'arribada del segle XXI, anunciada amb la catàstrofe de Chernóbil y confirmada si calia amb la caiguda de les Torres Bessones, ha trasbalsat ideologies i ha posat a la màxima actualitat el pensament de Pujols. La gent ja no es pregunta 'qui va ser Pujols?' sinó 'què hi diria Pujols?".
Siento mucho contradecir al señor Auladell, pero puedo asegurarle que en mi barrio, salvo el amigo Felipó y cuatro o cinco personas más, incluido un bulldog que cojea de una pata y atiende por Llull, como el hijo de Pau Riba y Memi March, nadie sabe quién fue Francesc Pujols, del mismo modo que jamás han oído hablar de la religión científica catalana, ni del Papitu, ni del señor de Altozanos (pujols en castellano), el seudónimo con que el ilustre desconocido firmó su divertidísima obra El nuevo Pascual o la prostitución, que me zampé siendo un adolescente. Y si me apura, le diré al señor Auladell que una parte considerable de los habitantes de mi barrio desconoce la existencia del Ateneo Barcelonés o lo confunde con un establecimiento dedicado a la práctica de las artes marciales o a la formación de jilgueros televisivos. Como escribió el poeta: "El jovent que avui priva/ en erudició viu tan escàs/ que es pensa que el senyor Prat de la Riba /-o el senyor Duran i Bas-/ eren uns que robaven pollastres/ amb els almogàvers, y els sapastres...".
Pero todo eso va a cambiar. No sólo como consecuencia del desastre de Chernóbil o del ataque a las Torres Gemelas, sino por el advenimiento de una nueva ola de catalanismo, anunciada por el señor Auladell, la cual, dice, liderará una mujer (¿la señora Ferrusola en el papel de Hillary Clinton? ¿Pilar Rahola en plan Pasionaria?); una oleada catalanista que potenciará el pensamiento pujolsiano (es posible que dentro de poco a las clásicas maragallades se les vea una clara raíz pujolsiana) y acabará chocando, así lo espero, con ese extraño y joven obispo de Vic que ha tenido la osadía de afirmar que "no hay una Iglesia catalana, que la Iglesia es universal".
Por el momento, y para ir aupando la irresistible ascensión de Francesc Pujols a los altares de la Patria, yo recomendaría que se representase el texto del Hiparxiologi, es decir, el ritual de la religión catalana, en un teatro, partiendo de la identificación que hace el propio Pujols entre templos y teatros y del papel protagonista que reserva a los actores en el ritual de la religión catalana. El Hiparxiologi es una "misa" literariamente más que decente, con momentos de una gran belleza lírica y que goza, además, de un rico vestuario y de una delicadeza gestual que harían las delicias de un Ricard Salvat o de un Josep Maria Flotats, que estaría espléndido en el papel de Sublim Sacerdot. Huelga decir que el Teatre Nacional de Catalunya sería el local más indicado para dicha "representación", y más teniendo en cuenta que en el ritual de la religión catalana el himno de la misa sigue siendo, agárrense, Els segadors, que pudo escucharse el día de la inauguración oficial de dicho teatro. Bon cop de falç!
Huelga decir que le deseo al señor Pujols, a su pensamiento, a su religión, a su legado literario, el mayor éxito. Así como a sus fervientes admiradores y fieles seguidores. Es indiscutible que una sociedad catalana impregnada del ingenio, de la malicia, del humor y de unas gotas de la procacidad de Pujols sería muy de desear. El señor Pujols era, además, un sabio, un personaje fascinante al que siendo un niño pude contemplar a placer en la terraza del desaparecido bar Guinea, conversando con Ramón de Capmany, Lau Duran i Reynals, Rafael Llimona, su hermano Lluís y mi padre. Todo un espectáculo. En cuanto a dar su nombre a la plaza adyacente al Ateneo, me parece una buena idea, pero me pregunto qué calle o plaza le darán entonces al doctor Borralleras (no tiene ninguna), el bueno del tío Quim, que fue el alma de aquella insigne peña ateneística en la que Pujols brilló con luz propia.
P. S. Para más información: Associació Francesc Pujols. Aragó, 184, bajos, interior. O8015 Barcelona. O bien: associacio@francescpujols.org
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