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¿Es creíble la Hoja de Ruta?

Emilio Menéndez del Valle

Es casi un sarcasmo. La Hoja de Ruta -esto es, el plan de paz diseñado por el Cuarteto (otra expresión lingüística acuñada para identificar a Estados Unidos, Unión Europea, ONU y Rusia) para imponer (¿hemos de escribirlo entre signos de interrogación?) la paz en Oriente Próximo- está de moda en Occidente. Se mantiene en las cancillerías, en los telediarios y en la sección internacional de los periódicos, pero además -y como continúe sin lograr un avance político importante se reducirá a eso- se ha instalado sobre todo en la jerga publicitaria. Hay ya en versiones española, inglesa, francesa, alemana u otras, "hoja de ruta" para comprar el mejor piso, lograr la mejor aspiración profesional, acabar estudiando en la universidad privada más adecuada. Cualquier lector, radioyente o televidente avispado lo habrá notado ya.

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Menos visibles para la opinión pública son los supuestos efectos benéficos para la paz en Oriente Próximo que la apreciada Hoja debería haber producido. Nos hallamos en un momento tremendamente delicado en el que el proceso puede echar a andar (en la práctica, aún no lo ha hecho, a pesar de que la Autoridad Nacional Palestina hizo importantes concesiones mucho antes de la famosa reunión de Áqaba de hace unas semanas) o echarse a perder.

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Según un sondeo de 4-6-03, la mayoría de los israelíes no rechaza la Hoja de Ruta, pero no cree que conduzca a la paz entre ellos y los palestinos. Me temo que la mayoría de los palestinos no cree en ella y además la rechaza. Al menos por ahora. La mayoría de los israelíes no parece creer que Abu Mazen se esfuerce verdaderamente en detener el terrorismo y además estima que carece de la capacidad para hacerlo. Bonita contradicción: el Gobierno de Sharon ha destruido en dos años esa capacidad. Pienso que la mayoría de los palestinos desconfía del papel de Abu Mazen. No sólo tiene escasísima popularidad en los sondeos (Arafat, 27%; jeque Yasin, de Hamás, 25%; Maruan Barguti, líder de Al Fatah encarcelado en Israel, 20%; Abu Mazen, 3%), sino que Sharon hace todo lo posible para hundirlo definitivamente. No lo digo yo, sino el New York Times: "El daño político más grave lo está haciendo Sharon, cuyas calculadas respuestas militares están minando la autoridad de Abu Mazen, el moderado nuevo primer ministro palestino. Para poder construir un consenso político contra el terrorismo, Mazen necesita demostrar a su pueblo que sus palabras conciliadoras han producido un cambio en el comportamiento israelí. Lamentablemente, las últimas acciones de Sharon demuestran justamente lo contrario" (12-6-03).

Desearía equivocarme y rectificaré con sumo gusto en caso de que los hechos demuestren lo contrario, pero las acciones del primer ministro israelí no parecen ser congruentes con una voluntad de paz. El propio Washington Post relataba el 3-6-03 que Ariel Sharon le había dicho a George Bush en un encuentro informal que era "un hombre de paz y seguridad", a lo que Bush respondió: "Sé que es usted un hombre de seguridad. Ahora quiero que trabaje más duramente la faceta de la paz. Yo dije que usted era un hombre de paz, pero quiero que sepa que tuve que tragarme muchos sapos por ello". Esa descripción de Sharon como hombre de paz hecha hace meses indignó a los árabes y musulmanes y fue contestada por el príncipe heredero saudí con un "Sharon es un hombre que lleva la guerra en la cabeza". El primer ministro palestino, pragmáticamente observa: "No quiero juzgar a Sharon por lo que dice o por lo que de él se dice. Le conozco por dentro y por fuera. Le creeré sólo cuando ejecute la Hoja de Ruta. Tal ejecución es la única prueba que me interesa" (Haaretz, 27-5-03).

En realidad, y dados los antecedentes del personaje, no debería extrañar que la carga de la prueba se haga recaer sobre el premier israelí. Sus acciones, gestos y declaraciones hacen difícil creer que comparte los objetivos trazados por la Hoja de Ruta, que, en síntesis, consisten en garantizar la paz y la seguridad para israelíes y palestinos, y para la región, mediante la creación de un Estado palestino viable. Difícil de creer en la forma y en el fondo. En la forma, entre otras cosas, por ejemplo, porque cuando el 25 de mayo presentó la Hoja de Ruta a su Gabinete no lo hizo como augurio de una nueva era entre palestinos e israelíes, sino como un mal necesario que hay que asumir ante la crisis de seguridad y la grave recesión económica. Y sólo logró la aprobación de sus socios de coalición de extrema derecha cuando prometió que no transigiría sobre las 14 reservas o enmiendas al documento que Israel ha presentado, dicho sea de paso, a Washington, no al Cuarteto.

Por cierto, el 27 de mayo, Sharon afirmó ante la Comisión de Asuntos Exteriores del Parlamento que los asentamientos no serán discutidos en el marco de la Hoja de Ruta, sino bilateralmente entre Jerusalén y Washington. El 10 de junio la televisión israelí informaba que EE UU había aceptado esa exigencia israelí, que es una de las más importantes de las 14 enmiendas. De ser cierto, y sería deseable que la información fuera desmentida, tal decisión unilateral de los norteamericanos, al margen del Cuarteto, constituiría una violación del documento.

Sin desmantelamiento de asentamientos -y me refiero a ciudades completas de hasta 40.000 habitantes erigidas desde 1967 en los territorios palestinos ocupados militarmente y no a cuatro chiringuitos plantados en lo alto de una colina- no hay Estado palestino viable. Conviene recordar aquí que eso es justamente lo que proclaman los programas de tres de los partidos que integran la actual coalición de Gobierno en Israel, incluido el de Sharon, el Likud, que dice que "rechaza tajantemente el establecimiento de un Estado árabe palestino al oeste del río Jordan", esto es, en Cisjordania. La Unión Nacional, por su parte, asimismo afirma que "rechaza absolutamente la idea de un Estado palestino entre Israel y Jordania", mientras que el Partido Nacional Religioso espeta: "Sólo el Estado de Israel existirá entre el río Jordán y el mar Mediterráneo. Ningún Estado palestino ni ninguna otra entidad soberana extranjera serán establecidos en esta área".

El desprecio formal de Sharon por el proceso que pretende impulsar la Hoja de Ruta le ha llevado a insultar a quien, en caso de tener interés porque aquél avanzara, debería mimar. De Abu Mazen, Sharon acaba de decir que es "un polluelo sin plumas", y del Gobierno palestino, que "son críos llorones que permiten a los terroristas moverse a su antojo". Es justamente Israel quien ha destruido casi toda la estructura y medios de seguridad de la Autoridad Palestina, lo que hace inviable que, llorones o no, hagan frente con éxito a los terroristas. Por ello, Dajlan, el responsable de seguridad de Abu Mazen, acaba de solicitar de cuatro cónsules europeos en Jerusalén, el de España incluido, 400 millones de dólares para recomponer el sistema.Pero si las formas son indicativas, el fondo, los contenidos, son definitivos. Y hay dos temas de suma gravedad. Uno, el ya mencionado de las docenas de verdaderas colonias extendidas por toda Cisjordania, Gaza y en torno al Jerusalén árabe. El otro es la llamada muralla de seguridad que Sharon está levantando entre el Israel legal y los territorios palestinos ocupados. Los kilómetros ya levantados y los centenares de ellos en construcción o previstos pretenden aislar y dividir los territorios palestinos en tres cantones o bantustanes separados entre sí y aislados. Con una particularidad: el nuevo muro de Berlín se adentra a menudo en tierras árabes, a veces hasta 20 kilómetros, para incorporar ilegalmente a Israel asentamientos tan grandes como Ariel (60.000 colonos) y de paso robar tierras fértiles. El Consejo de Asuntos Exteriores de la UE ha sido categórico sobre esto el 19 de mayo, al expresar su preocupación por "la continuación de las actividades ilegales de colonización y confiscaciones de tierra para la construcción de la denominada valla de seguridad, que constituyen un obstáculo para la paz y amenazan con hacer la solución de los dos Estados físicamente imposible".

Según el Centro de Jerusalén y el Instituto de Encuestas Palestinos, que desde hace una década comprueban las tendencias de la opinión pública, las organizaciones islamistas extremistas como Hamás y Yihad gozan por primera vez en Cisjordania y Gaza de mayor apoyo que Al Fatah, pro-gubernamental y laico. Sin duda, ello se debe a la impotencia de la Autoridad Palestina para poner fin a situaciones y medidas como las descritas y a otras como los denominados asesinatos selectivos o las demoliciones de casas palestinas. Es verdad, como acaba de decir el ministro griego de Asuntos Exteriores, Papandreu, que "hay que evitar que grupos extremistas tomen como rehén el proceso de paz" (17-6-03), si bien sería más preciso declarar "grupos y actitudes extremistas".

Pienso que la Hoja de Ruta es la última posibilidad de Occidente (Estados Unidos incluido) para ganar credibilidad ante la opinión pública árabe e islámica. Su fracaso, por incumplimiento del Gobierno de Israel, implicaría el hundimiento de las posibilidades de paz, dignidad y estabilidad para la región durante largo tiempo y muy probablemente el incremento de la popularidad del extremismo islámico palestino. Pero la Hoja de Ruta sólo tendrá éxito si hay voluntad política para sacarla adelante. Tal como están las cosas, sólo el Cuarteto -y, haciendo ejercicio de realismo, específicamente Washington- puede hacer que surja dicha voluntad. Claro que, como editorializaba el New York Times (6-5-03), "no siempre la gente actúa en su propio interés. En este caso, convencerles de que lo hagan puede ser más difícil y requerir mayor coraje político que derrocar a Sadam Husein".

Emilio Menéndez del Valle es embajador de España y eurodiputado socialista.

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