_
_
_
_

Una exposición muestra la capacidad de inspiración del ajedrez en el arte

La Gilbert Collection de Londres exhibe 19 juegos de Duchamp, Man Ray y otros artistas

"No todos los artistas son jugadores de ajedrez, pero todos los ajedrecistas son, indudablemente, artistas", proclamó en 1952 Marcel Duchamp, pionero del conceptualismo moderno y confeso maniaco del popular juego de mesa. En una singular exposición en la Gilbert Collection, ubicada en Somerset House de Londres, se exploran más de cien años de interconexión entre el ajedrez y los creadores artísticos, en particular los exponentes del arte moderno y contemporáneo. Se han reunido 19 juegos creados por Duchamp, Man Ray, Yoko Ono y Damien Hirst, entre otros.

"Estoy preparado para convertirme en un maniaco del ajedrez", escribió Marcel Duchamp
"El tablero de ajedrez nos proporciona un escenario en el que se pueden contar múltiples historias"

La disposición de las figuras sobre los tableros traza un movimiento de una partida virtual entre Napoleón y el general Bertrand en la isla de Santa Helena en 1820. El exiliado emperador mueve blancas y, en la jugada final, sobre un diseño de Maurizio Cattelan, con figuras en la imagen de Hitler, Al Capone, Superman o la Madre Teresa, su reina amenazará con un jaque mate al rey de su rival. La apócrifa partida da pie a la Gilbert Collection a ordenar cronológica y estilísticamente los 19 juegos de ajedrez, en la exposición El arte del ajedrez, deteniéndose en los hitos más relevantes en la evolución de este peculiar arte desde el siglo XIX hasta nuestros días. A lo largo de cuatro salas se exponen desde el único Fabergé diseñado en la Rusia zarista hasta diseños carentes de elementos decorativos de la Bauhaus o las grotescas figuras de los hermanos Jake y Dinos Chapman, una versión diminuta de sus polémicas esculturas de adolescentes eróticamente transfigurados.

La muestra se abre hoy al público con una partida entre dos estrellas del juego, el ucranio Sergei Karjakin y el británico David Howell, de 13 y 12 años, respectivamente.

"El tablero de ajedrez", escribe en el catálogo de la exposición Ernst Strouhal, profesor de la Universidad de Viena, "nos proporciona un escenario en el que se pueden contar múltiples historias. Nos habla del orden de las sociedades, de la lucha del hombre con la muerte, sobre amor y sexo y sobre la forma en que se desarrolla el juego de la política".

En los juegos expuestos en Londres se contraponen ideologías pertinentes a cada fase histórica. Así, tras la revolución rusa de 1917, la escultora Natalia Danko y su hermana Yelena se hacen eco del llamado estilo proletario en dos prototipos: Capitalistas contra comunistas y Ciudad y campo. En este último, con figuras de porcelana, el rey y la reina están representados como trabajadores de una fábrica; los peones, como bombillas de luz; las torres, como contenedores de agua... Las fichas contrarias adoptan equivalentes rurales, como silos de grano en el caso de las torres y botellas de leche para los peones.

Cinco décadas más tarde, Yoko Ono brindaría un homenaje al pacifismo con Juego de ajedrez blanco, donde desaparece la rivalidad cromática. "Para jugar", advierte la entonces portavoz del movimiento Fluxus, "siempre que se pueda recordar la posición de las piezas". Su diseño, en madera barnizada en blanco, incluye mesa y sillas.

Las connotaciones ideológicas perduran hasta nuestros días. En Juego de cocina, del californiano Paul McCarthy, botellas de salsa de tomate, zumo y agua, además de restos domésticos como un salero, un limón o un mechero, toman posiciones sobre un tablero rescatado del suelo de la cocina de su creador. El conjunto de piezas resta cualquier noción del ajedrez como juego elitista y parece un simulacro de la sociedad consumista.

Enlaza también con los readymade de Duchamp. En particular, con un diseño de 1937 que el artista francés identificó como "ajedrez mental". "Estoy preparado para convertirme en un maniaco del ajedrez. Todo mi entorno toma la forma del rey o la reina, y el mundo exterior no tiene más interés para mí que su transformación en posiciones ganadoras o perdedoras", escribió en 1919, al instalarse en Buenos Aires para dedicarse de lleno al ajedrez.

A partir de entonces, el juego de mesa sería una obsesión para Duchamp, que llegó a competir profesionalmente y obtener el título de maestro en el torneo francés de 1925. Con sus manos talló unas figuras en madera relativamente tradicionales, y en 1943, un juego de cartera con fichas planas y 64 perforaciones a modo de escaques. Su amigo Man Ray se interesó más por el diseño que por el juego, y entre sus creaciones destaca una colección de figuras abstractas que presentó en la exposición Imágenes del ajedrez, en 1944, en Nueva York. De esta muestra también se ha recuperado un juego de viaje de Alexander Calder, con piezas construidas con clavos y restos del mango de una escoba.

El juego del ajedrez no sólo ha inspirado a artistas plásticos, sino, como señala el profesor Strouhalt, "ha producido una poderosa resonancia cultural, como metáfora en la literatura y filosofía y como inspiración de la pintura y las artes aplicadas". Lewis Carroll habla de ajedrez en su cuento A través del espejo y J. K. Rowling introduce una partida entre los obstáculos que debe superar Harry Potter para vencer al mal.

Figuras de Man Ray en la exposición <i>El arte del ajedrez</i>, en la Gilbert Collection de Londres.
Figuras de Man Ray en la exposición El arte del ajedrez, en la Gilbert Collection de Londres.
Diseño de ajedrez de la Bauhaus realizado en 1924.
Diseño de ajedrez de la Bauhaus realizado en 1924.
Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_