Prudente Fed
La decisión de la Reserva Federal estadounidense de reducir los tipos de interés sobre los fondos federales (el tipo que se cobran entre sí los bancos en préstamos a muy corto plazo) no por esperada tiene menor significación. Aunque lo ha hecho sólo en un cuarto de punto, el 1% alcanzado está por debajo de la inflación, es el precio más bajo del dinero desde 1958 y denota una inquietud por las posibilidades de recuperación de la principal economía del mundo y los riesgos de deflación. Sólo un miembro del consejo ha votado contra esa reducción, pero porque quería un recorte mayor, al temer más que el resto el riesgo de deflación advertido por el propio Greenspan.
El abaratamiento del dinero desde niveles tan bajos no garantiza un estímulo económico significativo; pero, dada la ausencia de amenazas inflacionistas, la actuación de la Fed es la correcta. Suaviza la carga financiera de los endeudados, que son muchos en ese país, y facilita la recuperación de la muy debilitada inversión empresarial para estimular la creación de empleo. La tasa de paro alcanzó en mayo el 6,1%, la máxima de los últimos nueve años, cuando se han destruido más de dos millones de empleos desde marzo de 2001.
La economía norteamericana, como las restantes industrializadas, no se benefició de la euforia que se anticipaba con la conclusión de la guerra contra Irak. La debilidad del consumo y de la inversión siguen inhibidas por el mal comportamiento del mercado laboral. La sobreinversión de la segunda mitad de los noventa y la intensa purga bursátil no han acabado de normalizar los comportamientos de empresas y familias. El resultado es un aplazamiento de la esperada recuperación.
Tan relevante como la decisión sobre los tipos es la clara determinación de la Fed de seguir atenta a males peores. Es la actitud que cabe esperar de un banco central al que, sin menoscabar la estabilidad de los precios, le preocupa la consecución de un crecimiento suficiente para que el empleo no sufra deterioros adicionales.
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