Los alpujarreños y Chris Stewart

No salí de mi sorpresa cuando el sábado 21 leí en EL PAÍS Andalucía que se le había concedido un premio honorífico en Órgiva al autor de Driving over lemons, Chris Stewart. Hace un par de años tuve ocasión de leer el libro en el transcurso de una investigación sobre el turismo en la costa andaluza. Empecé a leerlo por curiosidad, pero mi interés fue creciendo a medida que me iba tropezando con episodios que ponían de manifiesto una visión cuando menos distorsionada de los alpujarreños: a excepción de una familia, cuantos desfilan por el libro son embaucadores, expresidiarios, brutos incrédulos o perversos polimorfos como el antiguo propietario de la finca El Valero. El autor, que se presenta como personaje principal, utiliza a estos insidiosos e ilógicos alpujarreños como contraposición al tesón y a la ingenua bondad que lo animan a él como protagonista del libro. Stewart resulta ser un buen tipo que sufre los abusos de los desaprensivos alpujarreños entre los que se ha ido a vivir. Rancia costumbre inglesa, sin duda, la de culpar a los demás de los desajustes con el mundo; nunca a uno mismo. Debo admitir que el libro fue todo un hallazgo, teniendo en cuenta que estamos comenzando el siglo XXI. Tanto fue así que no dudé en incluirlo en la bibliografía del trabajo que estaba realizando. Por eso, el sábado pasado me quedé asombrado de que los alpujarreños, encima, le hayan dado un premio. Me temo que seguimos apresurándonos demasiado a la hora de reconocer los méritos de quienes nos visitan. ¿Habrá leído el libro alguno de los que le ha concedido el premio? Y, por cierto, huelgan las comparaciones con Gerald Brenan, cuya visión desprejuiciada y profunda era capaz de admirar la sabiduría que encerraba la actitud vital de los andaluces de sus libros. Todo lo contrario de lo que sucede con Driving over lemons.