Inma Shara dirige a Brahms como homenaje a las víctimas de ETA

Es rubia, alta, sonriente y experta en ensaladas, cosa que hace notar más con este calor atroz madrileño. Está pendiente de que se llenen los dos teatros: "Hay que decir que las entradas están a mitad de precio y que éste es un homenaje sin ánimo de lucro", señala Inma Shara.

Estos dos conciertos con la Orquesta de RTVE es uno de los mayores compromisos y retos que ha asumido desde que se hizo directora de orquesta, hace cuatro años. "Cuando la Fundación de Víctimas del Terrorismo me lo propuso dije rápidamente que sí", afirma. Y lo hizo sabiendo que es algo que la compromete seriamente. Esta joven intérprete dirige como titular la Orquesta de Álava, un grupo reducido de músicos de la Orquesta Sinfónica de Euskadi. "Esto queda por encima de la política y las estrategias, es una cuestión de buena voluntad y un deber social con los que sufren", asegura.

Para cumplirlo, la mejor arma que encuentra Shara es la música. Por eso ha elaborado un programa respetuoso y lleno de profundidad: "Une solemnidad y respeto a la causa", asegura. "En la primera parte haremos In

memoriam, de Jesús Aranbarri, una pieza bellísima que hizo en los años treinta; también la Pavana, de Fauré, turbadora, nostálgica, evocadora; las Contemplaciones, de Catalani; el Preludio sinfónico, de Puccini, que, en fin, es mi compositor favorito y, finalmente, la Cuarta

Sinfonía, de Brahms, creo que la más importante de las suyas porque en ella se ven todos sus rasgos, la fogosidad y el tormento".

Está volcada en el repertorio clásico y romántico. "Son mis favoritos, los que más me emocionan. Los italianos más que ninguno, pero también Chaikovski, Brahms y Mahler, por supuesto".

No quiere que la juzguen como engreída. Cuando se le pregunta si se siente pionera, como otras directoras españolas, caso de Gloria Isabel Ramos, por ejemplo, en un mundo duro, cerrado, donde han gobernado siempre los maestros, anula inmediatamente la palabra. "¿Pionera? No, nada, no quiero darme importancia, somos simplemente resultado de una realidad social, de una evolución, y mi experiencia, hasta ahora, no ha sido negativa en nada". Cree que para que nadie se le ponga en contra hay una clave: "El amor a la música. Si notan que amas la música, si ven que eso es algo importante en tu vida, todos te respetan", afirma. Y vaya si lo es en su caso: "La música me trae todos los días una nueva pasión", señala. "Y mi responsabilidad diaria, al salir a dirigir, no es por mí, ni por conseguir un lugar en ningún sitio, sino que consiste en hacer que la música suene bien", dice.

El caso es que ha cumplido un sueño que perseguía desde la adolescencia: "Me empecé a ver como directora con 13 y 14 años". ¿Cómo? Si no abundaban. "No sé, yo tengo mi mundo propio y me veía perfectamente así", confiesa. Incluso cuando sus modelos eran masculinos: "Me encantaba Leonard Bernstein y Carlos Kleiber", señala como ejemplos. Fue cosa de perseguir el sueño hasta el final. "La clave la veo en forma aristotélica, es la intensidad del deseo", afirma.